sábado, 27 de enero de 2018

Serie documental de la Guerra Fría (episodios 7 al 12)

(puede ver los primeros seis capítulos aquí o la lista de reproducción completa en YouTube aquí)

Capítulo 7: Después de Stalin (1953-1956)


Este séptimo capítulo, Después de Stalin (1953-1956), comienza con la muerte de Stalin. Murió el padre, de quien absolutamente todo dependía. La era del terror estalinista había terminado en medio de una gran incertidumbre por no haber nombrado a un sucesor. Junto con la eterna crisis económica del socialismo, esta coyuntura hizo resurgir el malestar popular especialmente en los satélites soviéticos en Europa Oriental.

En la URSS Kruschov emergía en la lucha por el liderazgo. Él quería superar el legado del terror estalinista y se propuso dedicar más recursos de la economía planificada centralmente a los bienes de consumo y vivienda. También liberó a miles de los campos de concentración del archipiélago gulag. En el 20º congreso del Partido Comunista Soviético Kruschov, en una reunión secreta, denuncia las atrocidades de Stalin de las que él mismo había sido un actor instrumental. No salió en los periódicos, como mucho en los boletines internos del Partido, pero una copia del discurso se filtró a Occidente y fue emitida una y otra vez por Radio Free Europe. Por primera vez rusos y europeos orientales se enfrentaban a un mensaje distinto a que Stalin era Dios y no podía cometer ningún error.

Entretanto, los aliados occidentales permiten a Alemania Occidental tener un ejército y la admiten en la OTAN. En respuesta una URSS enfurecida formó el pacto de Varsovia, la alianza militar formal del bloque socialista que ya era controlado a sangre y fuego desde la capital imperial Moscú. Recordar, por cierto, que hasta hoy la izquierda europea sigue denunciando la existencia de la OTAN.

En Alemania Oriental había racionamiento de todo: carbón, calefacción, comida, etc. No había electricidad en las casas y miles de refugiados huían a Alemania Occidental. En este “paraíso” del proletariado, a los obreros se los presionaba con las infames cuotas de producción (para la industria pesada, nunca para bienes de consumo, recordar esto cuando alguien hable sobre los “logros” del “paraíso” socialista soviético). Estallaron las protestas en Berlín Oriental que pronto se contagiaron a toda Alemania Oriental. Por supuesto, los rusos sacaron los tanques y las tropas soviéticas apagaron la revuelta a sangre y fuego.

En Polonia estallaron las protestas por comida, por libertad para la Iglesia católica y para pedir el fin de la ocupación soviética del país después de más de 10 años de finalizada la Segunda Guerra Mundial. El propio ejército polaco lanzó sus tanques a la calle matando a 74 manifestantes. A algunos jóvenes arrestados los sometieron a los ya acostumbrados juicios-espectáculos televisados. Pero algunos reformistas dentro del Partido Comunista polaco se hicieron eco de las demandas populares, incluso de la atrevida exigencia de la retirada de las tropas soviéticas de ocupación. Los comunistas polacos eligieron a Gomulka, un patriota comunista que había estado preso con Stalin, por supuesto no pidieron permiso para esto a Moscú. Ante el atrevimiento, ahora sí le tocaba a Moscú hacer avanzar las tropas soviéticas sobre Varsovia. Kruschov viajó a reunirse con el líder comunista polaco mientras el ejército se preparaba para atacar. Pero Gomulka tenía el apoyo del ejército polaco y de la gente en las calles así que logró que Kruschov no hiciera una masacre y le dejara al gobierno polaco un poco más de libertad de acción en la política interna del país a cambio de mantenerse en el Pacto de Varsovia, es decir, dentro del imperio soviético.

En Hungría, los socialistas rusos le notificaron al Primer Ministro, que no gozaba de su aprobación, que “estaba enfermo” y que debía renunciar para ir a “tratarse” en Moscú. Los reformistas dentro del propio comunismo aprovecharon y querían colocar a Imre Nagy como Primer Ministro, a quien veían como un reformista. La gente, inspirada por Polonia, salió a protestar. Pero querían reformas más radicales que las propuestas por el reformista Nagy. Los civiles se armaron y ondeando la bandera húngara con el símbolo comunista recortado, impidieron que llegaran los tanques rusos a reforzar la represión. Durante 4 días mantuvieron liberada Budapest. Nagy negoció un cese al fuego con los soviéticos, quienes confiaron en que restauraría la autoridad comunista. Pero prevaleció el patriotismo de Nagy quien comenzó a apoyar las demandas de los rebeldes. Cuando estalló otra guerra en el Canal de Suez, se temía que con todo el mundo distraído, los soviéticos aprovecharan para sofocar a la rebelde Hungría, lo hicieron. Desesperado, Nagy declara Hungría neutral y se sale del Pacto de Varsovia para intentar alentar el apoyo internacional occidental, no tuvo éxito, el riesgo para Occidente de iniciar una tercera guerra mundial era demasiado alto. Los rusos invadieron Hungría y Nagy terminó ejecutado.



Capítulo 8: Sputnik (1949-1961)


Si te gusta ver explosiones de bombas atómicas y termonucleares o instrucciones con dibujos animados para enseñar a los niños cómo “sobrevivir” a ellas, este es el capítulo por el que debes comenzar esta serie.

En este octavo capítulo, Sputnik (1949-1961), veremos cómo en 1949 se detona la primera bomba atómica de la URSS. Los soviéticos habían infiltrado el Proyecto Manhattan y los espías habían estado alimentando por años al equipo nuclear ruso. Ahora EUA quería retomar la delantera con la bomba de hidrógeno. En 1952 llega Eisenhower, el héroe de guerra y antiguo comandante supremo de los aliados, a la presidencia estadounidense sucediendo a Truman. En noviembre de 1952 en el pacífico EUA detonó la primera bomba termonuclear, 1000 veces la potencia de la de Hiroshima. En 1955 le tocaría el turno a los rusos con su primera bomba H.

Eisenhower propone a la URSS la política de “cielos abiertos”, para poder monitorearse el uno al otro, y el intercambio de los programas militares para bajar las tensiones y la desconfianza. Por supuesto Kruschov se niega.

En esa época las armas nucleares podían ser arrojadas sólo por bombarderos. Y es ahí cuando empieza la carrera de misiles… digo... la carrera espacial. Los ICBM (misiles balísticos intercontinentales) son básicamente cohetes que salen al espacio y vuelven a entrar para detonar una bomba nuclear en su objetivo.

Así, comienzan los rusos: en octubre del 57, lanzan el Sputnik, habían ganado la competencia inaugural. Los ciudadanos del paraíso socialista hacían colas por comida y zapatos, no tenían automóviles o lavadoras pero los “logros” del paraíso socialista se obtenían en la industria pesada, militar y de cohetes. En un mes lanzaron el Sputnik II con la perrita Laika. El primer intento estadounidense, el Vanguard, explota vergonzosamente después de despegar y de elevarse un par de metros. Ahí entra Von Braun, quien había estado trabajando en un misil militar, al programa espacial. A este misil le pusieron como pudieron el satélite Explorer y lograron ponerlo en órbita.

El clímax de las tensiones en esta etapa llegó cuando los soviéticos derribaron un U2 espía que se envió para averiguar el tamaño de la brecha de misiles. Por supuesto el juicio al piloto fue un espectáculo público y una gran victoria para la propaganda comunista. En 1961 llega Kennedy a la presidencia culpando al Presidente republicano Eisenhower de haber permitido la brecha de misiles y se compromete a colocar a un estadounidense en la luna. Poco después de asumir, McNamara, su Secretario de Defensa, descubre con sorpresa que la brecha de misiles siempre había estado a favor de EUA. En abril del 61 los rusos tienen otro gran éxito en la carrera espacial, Yuri Gagarin se convierte en el primer ser humano en orbitar la tierra.


Capítulo 9: El Muro (1958-1963)


El Muro de Berlín, o la “barrera anti-fascista” como lo llamaba la propaganda soviética. El símbolo de la Guerra Fría y a la vez la muestra más tangible de la derrota del socialismo, un sistema tan absolutamente contrario a la naturaleza humana que ha requerido, en todas partes en donde se ha impuesto, prohibir la huida de sus propios ciudadanos. En su primer año, 50 alemanes orientales murieron al intentar cruzarlo.



Capítulo 10: Cuba (1959-1962)


¿Sabías que Fidel Castro llevó a la humanidad al borde de la extinción en una guerra termonuclear? ¿Sabías que si a Kennedy no le hubiese temblado el pulso con el fiasco de Bahía de Cochinos hubiese evitado 60 años de exportación de revolución socialista a Latinoamérica y nuestra historia habría sido muy, pero muy distinta?

En este décimo capítulo, Cuba (1959-1962), veremos cómo Fidel Castro llega al poder en Cuba y se consolida luego de ejecutar a 500 personas y comenzar con las expropiaciones. Cuando Castro viaja a EUA para asistir a la ONU, Eisenhower no se entrevistó con él por estar ocupado. En cambio Kruschov, el líder soviético, sí lo recibió con los brazos abiertos y le ofreció ayuda económica. En concreto, petróleo soviético, como sucedería décadas más tarde con el petróleo venezolano. Las empresas estadounidenses en Cuba se niegan a refinar el petróleo ruso. Con su milicia Castro ahora expropia las refinerías extranjeras en Cuba. EUA en retaliación deja de comprar el 95% del azúcar cubano que antes importaba. En respuesta a esto Castro expropia otros mil millones de dólares más de inversiones estadounidenses. Ahí es cuando Eisenhower declara el famoso embargo comercial (la prohibición a estadounidenses a hacer negocios con Cuba) y ordena a la CIA entrenar exiliados cubanos para liberar a Cuba.

Kennedy llega a la presidencia y hereda el plan de invasión de la CIA. Accede, pero justo antes de llevarse a cabo hace cambios para intentar ocultar la participación estadounidense. Ordenó reducir la escala del bombardeo previo que destruiría a toda la fuerza aérea cubana en tierra. Con solo 6 bombarderos destruyen tan solo la ridícula cantidad de 3 aviones cubanos.

Al igual que Chávez, décadas después, Castro todavía no se había desenmascarado como un fiel comunista leal a Moscú, pero a raíz del bombardeo declara finalmente que su revolución es socialista y busca abiertamente el apoyo soviético. Al día siguiente solo con 1.500 exiliados ocurre el fiasco de Bahía de Cochinos, el intento de invasión y liberación de Cuba. Los aviones de EUA que iban a proteger al ejército de exiliados durante el desembarco, son cancelados a último momento por un temeroso Kennedy. La fuerza aérea de Castro, que había sobrevivido al chiste de bombardeo, rápidamente destruyó todos los barcos con suministros. En solo tres días todos los exiliados habían sido arrestados o asesinados. La debilidad del demócrata Kennedy no solo había salvado a Castro, sino afianzado su poder y condenado a América Latina a décadas de exportación de la revolución cubana que tendría su clímax en la colonización de Venezuela y en la llegada al poder de revolucionarios del Foro de Sao Paulo, una situación que por desgracia hoy, a casi 60 años de la revolución cubana, todavía perdura.

En julio de 1962 Kruschov envía secretamente misiles nucleares a Cuba y 40 mil soldados soviéticos. El 14 de octubre un avión espía U2 estadounidense sobrevuela la isla. A la mañana siguiente llegarían sus fotos, que confirmarían que los soviéticos por primera vez habían colocado armas nucleares fuera de sus fronteras, a tan solo 150 km. de EUA. En este escenario los soviéticos podrían atacar sin advertencia temprana: Un primer ataque nuclear sobre EUA podría haber destruido todas las bases de bombarderos, todas las bases de misiles y todas las grandes ciudades excepto Seattle. Todavía los misiles no estaban operativos, las opciones eran bombardear o invadir antes de que lo estuvieran y con casi absoluta probabilidad iniciar la tercera guerra mundial todo por la imprudencia de un orgulloso Castro que no entendía que era tan solo un peón en la estrategia de sus amos en Moscú.

Los soviéticos seguían diciendo que eran solo armas defensivas y que si Kennedy no iba a invadir Cuba, EUA no tenía de qué preocuparse. Kennedy entonces decidió bloquear toda embarcación que se dirigiese a Cuba: la cuarentena. Es en ese momento en el que el Presidente estadounidense se dirige a la nación y hace pública la existencia de misiles nucleares enemigos en Cuba a pocos kilómetros de Florida. En respuesta, Kruschov puso en estado de alerta al ejército soviético y a los ejércitos de los países del Pacto de Varsovia, se preparaban para la guerra termonuclear. Cuba anunció una alerta de combate y organizó a 250 mil milicianos para repeler una invasión que también sería recibida en la propia isla con armas atómicas tácticas.

Los barcos de guerra estadounidenses rodeaban Cuba, pero las embarcaciones soviéticas seguían su curso. Los rusos decían que EUA no tenía derecho a detener y registrar sus embarcaciones. EUA decía que hundiría cualquier embarcación de cualquier nación que se dirigiese a Cuba y que se negara a ser registrada. Los misiles en Cuba ya casi estaban operativos y listos para ser utilizados. Por primera vez en la historia EUA pasó a DEFCON 2, DEFCON 1 era la guerra. Para colmo, justo en medio de las tensiones, los soviéticos derriban un avión U2 que sobrevolaba Cuba… 


Capítulo 11: Vietnam (1954-1968)


Vietnam (1954-1968). Una colonia francesa en el sudeste asiático gana su independencia de la mano de un ejército de nacionalistas comunistas. Una conferencia de paz divide al país en norte y sur y programa unas elecciones que nunca se realizarían por la oposición de EUA. La historia se repite, en el norte los victoriosos socialistas emprenden reformas agrarias radicales contra los “campesinos ricos” quienes son expropiados, humillados, perseguidos, saqueados y arrestados. En 1960, alentado por Moscú, se creó el Frente Nacional de Liberación, el Viet Cong que se propuso comenzar a asesinar a los líderes políticos en el sur. Solo en 1961 mataron a unos 4.000 funcionarios. Comenzaba la ofensiva del norte contra el sur con el patrocinio chino y ruso. Con el recuerdo de la Guerra de Corea aún presente, Estados Unidos interviene en lo que terminaría siendo el mayor fiasco de su historia militar.



Capítulo 12: MAD (1960-1972)


MAD: Destrucción Mutua Asegurada (1960-1972). El destino de la humanidad, literalmente su posible extinción, dependió durante décadas de un delicado equilibrio: la disuasión de iniciar un ataque al enemigo ante la absoluta seguridad de que hacerlo no podría devenir en otra cosa que en una completa aniquilación mutua. Una lógica perversa que emergió de la realidad de la Guerra Fría pero que evitó el apocalipsis. Por años esta tesis guio las estrategias nucleares soviéticas y estadounidenses quienes se prepararon para que, ante el peor ataque sorpresa del enemigo, se mantuviese la capacidad de una retaliación nuclear tan devastadora que inequívocamente asegurara que no hubiese vencedor alguno. Irónicamente, el perfeccionamiento de la capacidad de aniquilación del otro hizo posible una paz estable, eso sí, con algunos sobresaltos…


martes, 19 de diciembre de 2017

Bitcoin para principiantes... Aspecto técnico


Publicaré tres breves artículos sobre el Bitcoin. Este es el primero, en el que solamente intentaré hacer una sencilla aunque relativamente completa descripción tecnológica, es decir, acá estaría la respuesta más “material” posible a la pregunta ¿Qué es el Bitcoin? Posteriormente publicaré otro artículo con las consideraciones más importantes desde la teoría económica y, por último, otro sobre los aspectos más mundanos, prácticos y coyunturales en cuanto a la percepción, el uso, ventajas y riesgos del Bitcoin.

Un Bitcoin, así como casi todas las llamadas criptomonedas que se inspiran en él, no es ni una cosa material, ni un archivo en la nube, ni un código informático, ni algo almacenado en algún servidor en internet. El Bitcoin es simplemente una unidad de cuenta, es decir, la unidad en la que se contabilizan los montos de las transacciones que son registradas en un gigantesco libro contable o ledger. Este ledger es mantenido por una comunidad de pares (esto es, no centralizada ni jerarquizada, sino compuesta por gente como tú y como yo que tengan instalado un programa en su computador) conectados en red a través de internet y utilizando un protocolo común llamado Blockchain. Este libro contable contiene registros de la forma: “A usará los fondos de tales y cuales transacciones anteriores dirigidas a él para pagar a B tantos Bitcoins”. Acá, A y B, no son nombres, sino la parte pública de una llave criptográfica. Aquí viene la primera parte de lo “cripto” de las llamadas cripto-monedas… Sobre la parte de “monedas” hablaremos en el artículo sobre el aspecto económico.

Una página Web que al igual que un "wallet"
es capaz de generar un par de llaves pública/privada para Bitcoin

Una llave o clave criptográfica, en este contexto, se compone de una llave pública y de otra llave privada. Este par de llaves están relacionadas matemáticamente de forma única. Una llave no es otra cosa que una larguísima cadena de dígitos (e.g. 390fa7439ec13e948dd8…) tan larga que, junto al algoritmo de encriptación que se utiliza, posee las importantes propiedades matemáticas y estadísticas que la hace útil para esta aplicación. Por ejemplo, solamente una clave pública está apareada con una clave privada y viceversa. Además es imposible, a menos que se tenga un tiempo casi infinito y toda la capacidad computacional de la humanidad, encontrar la clave privada a partir de la clave pública. De ahí que la clave “pública” sea conocida por los demás (es la que le darías a alguien para que te haga una transferencia en Bitcoins), mientras que la clave “privada” deba mantenerse oculta (es la que utilizarías para disponer de tus Bitcoins, es decir, poder realizar pagos con ellos).

Un algoritmo de encriptación no es otra cosa que un conjunto de procedimientos matemáticos que permiten manipular de cierta forma unos datos. Por ejemplo, cualquier dato desde “hola mundo”, o una fotografía, o la información de una transacción como “A le pagó a B tres Bitcoins” puede ser “firmado” con la llave privada. Es decir, imaginemos que el algoritmo de encriptación es simplemente una calculadora muy especial que toma dos entradas u operandos: por un lado el dato que va a ser firmado y por el otro la llave privada con la que se firma. Esta calculadora dará como resultado una “firma”, que viene a ser otra larguísima cadena de dígitos (e.g. c28fe2a7129b128c…). Pero una firma tiene propiedades matemáticas particulares: es imposible, ni siquiera teniendo el dato original y la llave pública, ir hacia atrás y obtener con estos la llave privada; pero, en cambio, lo que sí es posible es usar la llave pública (hermana de la llave privada con la que se firmó el dato) para demostrar, con otra “calculadora especial”, rápidamente y sin lugar a dudas, que esa firma fue producida exactamente con ese dato que se recibió y con la clave privada que no se conoce, pues su dueño la mantiene oculta. Este útil truco matemático permite que cualquiera, sin conocer la llave privada que se utilizó para “firmar” el dato, pueda con la llave pública, la firma y el dato original, saber con toda certeza que tanto la firma producida como el dato son auténticos y que el firmante sí que posee la clave privada correcta.

Firmar un dato con una llave privada
y verificar la firma con la correspondiente llave pública

Así, una persona que “tenga” Bitcoins, lo que en realidad tiene es un par de claves: una clave privada que sólo él conoce y que le permitiría solamente a él firmar las transferencias de sus Bitcoins a otros; y otra clave pública que él da a conocer a quienes quiera que le destinen pagos (o quieran autenticar que las transferencias fueron firmadas con la clave privada correcta). Tus Bitcoins son aquellos que, de acuerdo a aquél ledger o libro contable que ya hemos introducido, hayan sido destinados en el pasado a tu llave pública y que aún no has transferido a alguien más usando tu llave privada. “Tener” Bitcoins es en realidad poder disponer de ellos y esto se logra porque solo tú, con tu correspondiente clave privada, podrías firmar transacciones usando los fondos restantes que antes hayan sido destinados a tu clave pública. Por cierto, perder tu clave privada sería en este contexto el equivalente al hundimiento de un galeón español con monedas de oro en la fosa de las Marianas: habrás perdido para siempre tus Bitcoins, ni tú ni nadie podrán usarlos jamás. Los wallets o billeteras, son los programas o servicios informáticos que se encargan de guardar de forma segura tu colección de pares de llaves públicas/privadas y de gestionar tus transferencias comunicándose con la red Blockchain que soporta al Bitcoin.

Una de las billeteras o wallets para PC más populares

Tener Bitcoins no es como tener una “cuenta bancaria”, sino que en ese gigantesco libro contable hay una serie de pagos asentados que tuvieron como destino tu llave pública y que solo podrían servir como fuentes de pagos utilizando la correspondiente llave privada que solo tú conoces. Nadie tiene cómo asociar tu identidad a tu clave pública, pero sí cualquiera puede observar todas las transacciones y todas las llaves públicas asociadas en todas las transacciones de la historia del Bitcoin. De hecho, el libro contable o ledger mantiene todas las transacciones hechas con Bitcoins desde la primera realizada por su creador en 2009 hasta las que se estén registrando justo en este instante. De hecho, puedes ver el ledger aquí: https://blockchain.info/es y con mucha paciencia ser capaz de rastrear cada transacción hacia atrás, hasta la creación de cada Bitcoin involucrado en cada transacción jamás realizada. La forma de saber cuántos Bitcoins “tiene” alguien, es simplemente hacer esto, revisar todas las transacciones que hayan tenido a tu llave pública como destino de algún pago y por supuesto restar los pagos que ya hayas realizado con esos fondos. Esto lo hace tu wallet por ti al calcular tus saldos.

Más precisamente, una transacción de Bitcoins consiste en una pieza de información que agrupa las fuentes y los destinos de la transacción. Las fuentes son algunas transacciones pasadas que hayan sido dirigidas a la llave pública del emisor. Y los destinos de la transacción incluirían los montos y las llaves públicas de los receptores a las que se dirijan los pagos. Entre estos suele incluirse el vuelto, cuando la suma de las transacciones de origen supere el monto del pago que se quiera realizar. Este vuelto generalmente se destina a la propia llave pública del emisor de la transacción. Hacer una transacción en Bitcoins consiste en utilizar el wallet o billetera para firmar con la clave privada toda esta información y mandar la firma y los datos de la transacción no a un banco, ni a algún otro intermediario, ni a un gobierno, sino a todos los nodos de la red Bitcoin para su validación y eventual registro oficial en el ledger.

Porción del bloque #500112 aceptado el 19-12-2017
Mostrando 4 transacciones de 2339
https://blockchain.info/es/block/000000000000000000498a938147db1ee4edc08f4ab5468594b03386d899a45b

¿Quién se encarga de verificar que sean míos los Bitcoins con los que cuento al firmar una transacción con mi llave privada? Pues la red de mineros de Bitcoin. Ya hemos visto que cualquier persona con el dato, su firma y la llave pública, puede certificar que quien firmó el dato lo hizo con la legítima llave privada correspondiente. El ledger o libro contable se mantiene con el protocolo Blockchain, el cual es un conjunto de reglas que rigen a todos los que quieran minar Bitcoins y hacer transacciones con ellos. El trabajo de los mineros consiste en dedicar su tiempo y poder computacional a procesar las transacciones y mantener de forma consistente y sincronizada millones de copias de una única versión del ledger. Y su recompensa, al menos principalmente por ahora, es recibir Bitcoins creados de la nada. El protocolo Blockchain impone una cantidad finita de Bitcoins, es decir, jamás habrá más de 21 millones de Bitcoins en el mercado, los cuales se irán creando cada vez más lentamente y con mayor dificultad. Hasta alcanzar este tope, el premio a los mineros es mayormente recibir Bitcoins de nueva creación. Una vez alcanzado este límite, la única recompensa para los mineros serán las comisiones que cada transacción de Bitcoins permite incluir.

La herramienta para enviar transacciones desde un wallet para PC

Cuando alguien realiza una transacción, lo que hace es utilizar el programa informático o el servicio on-line que haga las veces de wallet o billetera para “firmar” con su clave privada un texto que puede ser de la forma: “de tal transacción en la que recibí 0,2 Bitcoins y de aquella otra en la que recibí 0,4 Bitcoins, quiero transferir a tal otra clave pública 0,42 Bitcoins y enviar de vuelta lo que sobre a mi propia clave pública. Comisión: 0,0001 Bitcoins”. Como sólo esa persona puede firmar estos datos con su clave privada, pero todos los que conozcan su clave pública pueden verificar la autenticidad de la firma y, además, revisar el historial de las transacciones del inmenso, público y distribuido libro contable mantenido con el protocolo Blockchain, la validez de la transacción y la disponibilidad de los fondos es fácilmente verificable. Pero esto es solo una parte del trabajo de los mineros…

El programa informático utilizado como “billetera” de Bitcoins, con el que un usuario redacta y firma su transacción, divulga a toda la red de mineros conectados la información de dicha transacción. Ahora bien ¿cómo se ponen de acuerdo los mineros para escribir y mantener consistentemente la misma copia de un único libro contable o ledger compartido por todos con exactamente las mismas transacciones registradas en el mismo orden? La respuesta es que todos los nodos compiten entre sí para intentar que se acepte su candidato como el nuevo “bloque” de transacciones que será oficialmente registrado por todos. El ledger consiste en una única cadena de bloques (grupos de transacciones) consecutivos ya procesados, identificados cada uno con un número y encadenados de forma única, con el bloque anterior. Esto se logra con otra técnica criptográfica similar a la que hemos visto que se llama hash.

Otra herramienta: el Hash
Una especie de huella digital de un dato

Un hash es parecido a una firma (e.g. 8dd5c1383437e94990fa…) pero se produce solamente a partir de un dato (sin necesidad de llaves o claves). Es decir, de nuevo sería como una calculadora especial pero en la que solo se introduce el dato a “hashear” para producir ese larguísimo número llamado hash el cual viene a ser, en este caso, el identificador de cada bloque de transacciones, siendo el bloque de transacciones como tal el dato que introducimos en la calculadora. La utilidad de esta técnica es que si se produce el más mínimo cambio en el dato original, el nuevo hash que se produciría sería radicalmente distinto. Por tanto, el encadenar los bloques, esto es incluir el en siguiente bloque el hash del anterior y así sucesivamente, impediría que algún bloque antiguo sea modificado o sustituido sin que se recalculen todos los bloques posteriores. De ahí el nombre del protocolo de “cadena de bloques” o Blockchain. Cada uno de los millones de mineros mantiene actualizada y sincronizada su propia copia de este libro contable. Todas las transacciones nuevas que se hagan en un instante dado, van a parar a una especie de limbo desde el que cada nodo de la red puede tomar una cierta cantidad de ellas para agruparlas en lo que será su propio candidato para ser el siguiente bloque de transacciones a registrarse oficialmente en el libro contable. Con su candidato a bloque y con el identificador o hash del último bloque aceptado por todos en sus correspondientes e idénticas copias del ledger, comienza la competencia. Aquí viene la otra parte fundamental de lo “cripto” en las llamadas criptomonedas…

El libro contable o ledger
Encadenamiento de los bloques de transacciones
Blockchain

La competencia consiste en que cada nodo debe usar esos datos (el identificador del último bloque oficial aceptado por todos y su propio candidato a nuevo bloque de transacciones) para introducirlos en otra calculadora especial (otro algoritmo criptográfico, en esencia otro “hasheo”) junto con, digamos, un “número mágico” que va incrementando en cada intento (0,1,2,3,…181.686,181.687,…) hasta que, por ensayo y error, una y otra vez, porque no hay otra forma de hacerlo, el resultado que muestre la calculadora supere finalmente el límite que en ese momento haya impuesto la red de Blockchain. Gana el nodo que resuelva esta especie de acertijo criptográfico de primero, recibe su premio (nuevos Bitcoins y las comisiones de las transferencias registradas) y lo anuncia a todos los demás nodos. Los cuales verifican fácil y rápidamente que el número mágico y los datos sean consistentes y que han superado el reto impuesto por la red. Ganar esta competencia es por una parte un juego de azar, es decir, a la hora de ir intentando un número tras otro hasta que el resultado sea uno ganador; y, por la otra, un gasto de energía, tiempo y capacidad de procesamiento al probar cada número, hacer los cálculos matemáticos (millones de “hasheos” por segundo), verificar si se superó o no la meta y hacer esto millones de veces más. Si todo es correcto, todos los demás nodos se rinden, aceptan el nuevo bloque como el último bloque oficial y lo registran como tal actualizando así sus copias del libro contable. Comienza entonces nuevamente otra competencia para seguir procesando las nuevas transacciones disponibles en el limbo de transacciones aún no verificadas. Como cada carrera depende del estado actual del libro contable, en particular del número identificador o hash del último bloque oficial (que como está encadenado depende a su vez del hash del bloque anterior y así sucesivamente), todos los nodos deben comenzar la competencia de nuevo, pues el ledger ya fue actualizado con el nuevo bloque, el cual ahora es el último ya habiéndose encadenado al anterior. El trabajo de minado puede hacerlo cada minero de forma solitaria o asociado con otros en grupos denominados “pools”, repartiéndose así el trabajo y la suerte pero también los premios.

Un pequeño cambio en el dato produce un hash totalmente distinto

Aquél límite o meta que determina la dificultad del acertijo criptográfico (esto es, la cantidad de cálculos que estadísticamente en un momento dado deba realizar un nodo para llegar eventualmente a una solución válida tratando de encontrar aquél número mágico), es calculado e impuesto por el protocolo Blockchain y varía de acuerdo con el poder computacional actual de la red (a mayor cantidad de nodos, más difícil será el reto) para intentar mantener un tiempo promedio de un bloque de transacciones confirmado cada 10 minutos. El objetivo de este acertijo es literalmente hacer gastar tiempo, energía y poder computacional a quien quiera proponer candidatos de bloques de transacciones para que sean oficialmente registrados en el libro contable. Esto es lo que se llama “proof-of-work” o prueba de trabajo. De esta forma, se asegura que un nodo malicioso que quiera hacer trampa, deba tener, además de mucha suerte, que reunir una potencia computacional mucho mayor que el resto de toda la red de millones de mineros, para que la red entera solo registre sus transacciones manipuladas una y otra vez (por el encadenamiento) hasta que logre su objetivo malicioso. Todo esto (y otros detalles que no se explican acá) está matemática y estadísticamente diseñado e instrumentalizado en las reglas que componen el protocolo Blockchain, para que una conspiración como esta no pueda ocurrir y que intentarlo sea económicamente contraproducente para quien desee hacerlo.

Dificultad impuesta a la red de mineros
y potencia computacional de la red de mineros
(Hash Rate en TH/s: millones de millones de hashes calculados por segundo
para intentar resolver el acertijo criptográfico)
https://bitcoinwisdom.com/bitcoin/difficulty

En resumen, el Bitcoin se reduce a ser la unidad de cuenta de las transacciones registradas en un libro contable público también llamado ledger. Este es mantenido por una red de computadores (en la que cualquiera puede participar), que trabajan con la mismas reglas (Blockchain) y que se apoya en herramientas criptográficas que, por un lado, hacen matemática y estadísticamente imposible hacer trampas pero, por el otro, hacen muy fácil las tareas de descubrir a quien intente hacerlas así como verificar las acciones legítimas. Tener Bitcoins se reduce a disponer de un par de claves, una pública y su par privada, con las que puedes recibir y emitir transacciones usando aquellos fondos que ya hayas recibido antes. Estas llaves se almacenan y gestionan utilizando programas o servicios online llamados wallets o billeteras con los que también puedes emitir tus transacciones y visualizar las que recibas. Minar Bitcoins consiste en ser parte de la red de computadores que mantienen el libro contable. El trabajo del minero consiste en invertir energía, tiempo y capacidad informática verificando transacciones y resolviendo acertijos criptográficos, para asegurarnos a todos el sostenimiento y la seguridad del sistema Blockchain/Bitcoin. El premio e incentivo para los mineros es recibir Bitcoins de nueva creación (hasta que se llegue al límite global de 21 millones) y llevarse las comisiones que los usuarios tengan a bien incluir en las transacciones (que también son un incentivo para que sean procesadas antes que otras con comisiones menos atractivas). La red de usuarios que mantiene al Bitcoin es abierta, descentralizada y sin jerarquías, evitando que algún actor, gobiernos, personas o empresas, puedan tener un control significativo sobre el Bitcoin y mucho menos hacerlo sin poner en riesgo la percepción de su confiabilidad y por tanto su valor.

La tecnología criptográfica que utiliza Blockchain es tanto o más robusta que la que cotidianamente utiliza el sistema bancario tradicional para garantizar la seguridad de todas sus transacciones. El riesgo esencial es mantener a salvo, de pérdida y de hackers, tus llaves privadas que permiten disponer de tus Bitcoins, en vista de que sin la llave privada será imposible disponer de tus Bitcoins y que las transacciones en Bitcoin son irreversibles. No existe algo como un banco o PayPal donde reclamar o solicitar el reenvío de una llave privada extraviada. De hecho, han sido las vulnerabilidades de algunos programas utilizados como wallets o de los servicios online que prestan esta funcionalidad en internet, las responsables de prácticamente todos los ataques, robos y pérdidas de Bitcoins en toda su historia. El resto de los casos han sido dolorosas pérdidas de claves privadas por cosas como un disco duro dañado, un pendrive perdido, una contraseña olvidada o un trozo de papel con una ridícula cantidad de dígitos que se haya extraviado.

Ningún artículo sobre Bitcoin estaría completo sin pedir una donación así que ¡Transfiéreme lo que quieras!

Una de mis llaves públicas:
12GYwL2RpPTzKH1cNDMuHg6fwioJvsaaSo

La misma pero representada como un código de barras QR:

La misma pero generada por https://blockchain.info/:
Please Donate To Bitcoin Address: [[address]]
Donation of [[value]] BTC Received. Thank You.
[[error]]

lunes, 18 de diciembre de 2017

Serie documental de la Guerra Fría (primeros 6 episodios)

Acá comparto con ustedes los primeros seis capítulos de esta serie documental sobre la Guerra Fría: la confrontación entre el comunismo global y el mundo libre durante más de 40 años. He ido traduciendo al español los subtítulos de esta serie y los iré publicando semanalmente en YouTube y cada seis capítulos por acá. Narrada por Kenneth Branagh, son en total 24 episodios que cubren desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín. Esta serie fue producida por CNN y fue televisada originalmente en 1998 con el nombre de Cold War. Todos los derechos pertenecen a CNN.

Creo que es imprescindible conocer este periodo de la historia porque configuró en gran medida el mundo en el que vivimos hoy: desde el resurgimiento del socialismo patrocinado por Cuba con dinero venezolano, hasta las aspiraciones expansionistas de Putin, pasando por supuesto por Corea del Norte, Cuba, los Podemos y Syrizas del mundo, el foro de Sao Paulo, los conflictos del Medio Oriente y el terrorismo islámico.

Pocas cosas pueden entenderse hoy en el mundo sin estar al tanto de los acontecimientos y dinámicas de la Guerra Fría que este documental nos trae con testimonios de primera mano de sus protagonistas: desde el primer soldado de la Alemania Oriental en saltar el Muro de Berlín, hasta entrevistas exclusivas con Gorbachov, Castro, Bush, Carter, Kissinger, ex diplomáticos, ex espías de la CIA y la KGB y un larguísimo etcétera.

Espero que disfruten de esta serie documental y que me ayuden a difundirla.

El enlace en IMDB:

Estos subtítulos en español están disponibles en formato SRT en:

Críticas:
Se recomienda leer el artículo de 1999 del Hoover Institution "The Cold War over CNN’s Cold War" de los historiadores Richard Pipes, Robert Conquest y John Lewis Gaddis sobre el valor y la precisión histórica de esta serie:

Capítulo 1: Camaradas (1917-1945)


Este primer episodio introduce la serie y resume las relaciones entre la Rusia estalinista y las potencias aliadas al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Acá podemos ver ya los primeros movimientos de Stalin para la dominación comunista global, al repartirse la Europa de posguerra con Churchill y Roosevelt-Truman, pero rehusarse a mantener los acuerdos de elecciones libres en los países “liberados” por los soviéticos. Algo que ya se veía venir luego del pacto entre Hitler y Stalin (para que luego nos digan que fascismo y comunismo son ideologías antagónicas) y que incluyó la invasión de Stalin a Polonia, en donde ejecutaría a unos 4.000 soldados polacos a sangre fría. Una muestra de lo que sería la norma en la actuación de los agentes comunistas en todo el mundo hasta la década de los 90s. Stalin vino a sustituir a los nazis en la Europa Oriental ocupada, situación que se mantendría por décadas y que sería la plataforma desde la cual se emprendería el proyecto de una revolución comunista mundial, una amenaza que acercaría varias veces al mundo al borde del apocalipsis nuclear.



Capítulo 2: Cortina de Hierro (1945-1947)


Este segundo capítulo, Cortina de Hierro (1945-1947), obtiene su nombre de un famoso discurso de Churchill, ya ex Primer Ministro de Gran Bretaña, durante una visita a los Estados Unidos. En su discurso advirtió al mundo sobre las aspiraciones imperiales del comunismo soviético para alcanzar la revolución socialista mundial, que apenas comenzaba a hacerse evidente en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial la Europa ocupada por los aliados se dividió en dos zonas: la controlada por los soviéticos y la controlada por EUA, GB y Francia. Si bien el acuerdo había sido reconstruir los países destruidos por la guerra y conformar en ellos gobiernos democráticos, la estrategia de los socialistas soviéticos fue saquear sus recursos e imponer gobiernos títeres dominados por Moscú.

Básicamente ahora el rojo era el nuevo marrón: en las zonas ocupadas por los comunistas estos reemplazaron a los nazis pero mantuvieron buena parte de las terribles prácticas totalitarias de su primo hermano ideológico. En los países ocupados solamente por los rusos, había asesinatos, desapariciones y represión sin pudor alguno. Una simple muestra fue la actitud para con los mismos rusos que habían sido prisioneros de guerra de los nazis. Estos, ya “liberados”, ahora eran sospechosos por haber echado un vistazo a occidente, podían estar contaminados, había que deshacerse de ellos… Allí donde los comunistas soviéticos compartían control con los aliados occidentales, su comportamiento era más discreto siguiendo el lema: “Debe parecer democrático, pero debemos tener todo en nuestras manos.”. Un lema que hoy, en pleno renacer del socialismo y de su aspiración de tomar el control en todas partes, nos debe sonar muy familiar…



Capítulo 3: Plan Marshall (1947-1952)


Este tercer capítulo, Plan Marshall (1947-1952), trata sobre la iniciativa estadounidense para la reconstrucción de la Europa destrozada por la Segunda Guerra Mundial. El nombre de este plan proviene del Secretario de Estado a quien se le encargó su ejecución, el héroe de guerra el General George Marshall. A quien ya había liberado Europa ahora le tocaba reconstruirla. Estados Unidos sabía que la inhumana miseria de la posguerra era el terreno más fértil para la propagación del comunismo en aquellos países europeos que todavía no estaban ocupados por las tropas soviéticas, por eso era prioritaria la reconstrucción europea. El problema era que Stalin también sabía que el socialismo no podría tener el mismo éxito en una Europa próspera y, por tanto, al principio dio largas a los aliados occidentales y, finalmente, se negó de plano y prohibió a los países del bloque socialista a aceptar las ayudas para la reconstrucción. Cosa curiosa porque justamente el argumento era que si aceptaban los dólares estadounidenses serían esclavos de Washington y tendrían que hacer lo que EUA les ordenara. Así, todos los países tras la Cortina de Hierro tuvieron que renunciar a participar del ambicioso plan para que reconstruyó Europa.

Los checos estuvieron a punto de aceptar, pero Stalin llamó a capítulo a Moscú a su Primer Ministro y a su Ministro de Relaciones Exteriores, incluso les dio un ultimátum de 4 horas para que abandonaran la invitación a la reunión que diseñaría el Plan Marshall. Checoslovaquia bajó obediente la cabeza y no participó en el Plan Marshall. Al volver a Praga, el Ministro de Exteriores checo dijo “Llegúe a Moscú como el Ministro de un Estado libre, pero volví como esclavo de Stalin”. Poco después, misteriosamente, moriría al "caer" desde la ventana de su apartamento cuando los comunistas finalmente tomaron todo el poder en Checoslovaquia.


A la par, la Italia liberada bajo el control de los aliados occidentales, tenía el segundo partido comunista más grande fuera de la URSS y sus primeras elecciones democráticas luego de la guerra. Los comunistas estuvieron a punto de tomar el poder por los votos, de no ser por una gran campaña de los ítalo-estadounidenses quienes escribieron millones de cartas a sus familiares en Italia instándoles a no votar por los comunistas. Esto, la campaña anti-comunista de la Iglesia Católica y la primera acción política encubierta de la CIA, que entregaba bolsas de dinero a los adversarios políticos de los comunistas, salvó a Italia. De lo contrario esta, y posiblemente también todo el Mediterráneo, hubiera caído bajo el dominio soviético en una época en la que ya Stalin ordenaba desde Moscú a sus franquicias, todos los partidos comunistas en el mundo, aspirar a la toma del poder en sus respectivos países.



Capítulo 4: Berlín (1948-1949)


Este cuarto capítulo, Berlín (1948-1949), cuenta cómo quedó dividida Alemania luego de la ocupación aliada. Pocos conocen que la ciudad de Berlín quedó ubicada completamente dentro de la Alemania Oriental ocupada por los soviéticos y que, a su vez, la propia ciudad estaba también dividida en un Sector Occidental, controlado por los Aliados Occidentales y otro Sector Oriental bajo dominación soviética. Berlín Occidental solo tenía comunicación con la lejana Alemania Occidental a través de una autopista, un ferrocarril y tres corredores aéreos. Todavía los comunistas estaban en la época de “todo debía parecer democrático” y la ciudad era gobernada por un único concejo en el que participaban Orientales y Occidentales y hasta había un Alcalde electo.

Pero cuando arreció la crisis económica, se eligió a un Alcalde pro-Occidente y para colmo los Aliados Occidentales introdujeron el Marco Occidental en la ciudad (cuyo dinero hasta entonces no valía nada, hasta el punto que muchos utilizaban los cigarrillos como moneda), la paciencia de Stalin llegó a su límite. A Stalin por supuesto le incomodaba tener a los Aliados Occidentales en medio de la Alemania Oriental socialista. Mucho más ahora con una moneda mucho más fuerte que la suya creando severas distorsiones en la economía comunista, por lo que intentó sacar a estadounidenses, franceses y británicos bloqueando todas las entradas terrestres a Berlín Occidental para asfixiar a la ciudad. También cortó la energía eléctrica, dejando a más de 2 millones de berlineses al borde de la subsistencia, ya que dependían de 12.000 toneladas de suministros diarios que ahora no podían pasar por tierra. Pero los Aliados Occidentales no renunciaron a la ciudad, sino que emprendieron el mayor puente aéreo de la historia para mantener viva a Berlín Occidental, transportando diariamente por aire, como mínimo, 2.000 toneladas de carbón, alimentos y otros insumos básicos.



Capítulo 5: Corea (1949-1953)


¿Por qué Corea del Sur es el hogar de Samsung, LG, Hyundai y Kia mientras que Corea del Norte tiene a un gordito siniestro obsesionado con bombas nucleares y una población esclavizada al borde de la inanición? ¿Por qué hace tan solo un par de semanas un soldado norcoreano arriesgó su vida al desertar al sur, sobreviviendo a los disparos, pero revelándose luego que su estado de salud pre-existente era todavía peor, incluyendo desnutrición crónica, parásitos intestinales de casi 30 cms, hepatitis B y tuberculosis? La respuesta es simple: socialismo en el norte y capitalismo en el sur.

En este quinto capítulo, Corea (1949-1953), veremos cómo en el frente del pacífico, al igual que en la Europa de la posguerra, los aliados también se repartieron la administración de los territorios ocupados. La península de Corea quedó dividida en norte y sur por el paralelo 38. El norte, bajo ocupación soviética, se convertiría en Corea del Norte bajo el liderazgo de Kim Il-sung (el abuelo de Kim Jong-un, el hoy Presidente de lo que terminó siendo la única especie de monarquía comunista hereditaria).

Kim Il-sung, luego de que la Revolución China de Mao Tse Tung envalentonara a Stalin, consiguió el permiso de este último para invadir Corea del Sur e intentar reunificar toda la península bajo el comunismo. Esto llevó a la conformación del primer ejército de la recién nacida ONU para rechazar la guerra de agresión contra Corea del Sur. Bajo el liderazgo estadounidense, el ejército de las Naciones Unidas se enfrentaría a nombre de todo el mundo contra Corea del Norte, China y la Unión Soviética. Cuando las tropas de la ONU lograron expulsar de Corea del Sur a los invasores comunistas y cruzar el paralelo 38 hacia Corea del Norte, Stalin presionó a Mao quien eventualmente ordenaría la invasión china de Corea del Norte. Medio millón de soldados chinos, para sorpresa de Occidente, ahora invadían Corea del Norte para hacer la guerra contra la ONU.

En la Guerra de Corea, los bombarderos estadounidenses lanzarían casi la misma cantidad de explosivos que sobre Alemania en la Segunda Guerra Mundial. Años después, con medio millón de soldados chinos muertos así como otros 60 mil soldados de la alianza de la ONU, tres millones de coreanos muertos, heridos o desaparecidos y 5 millones de desplazados, se volvería a la frontera original entre las dos Coreas antes de la invasión y que perdura todavía hasta hoy, prácticamente con las mismas tensiones de hace más de 60 años. Al terminar la Guerra Fría Alemania fue reunificada, pero todavía esperamos la reunificación coreana. Esta, junto con las dictaduras de los Castro en Cuba y su todavía muy viva ambición de dominación ideológica regional gracias a los cada vez más escasos petrodólares venezolanos, siguen siendo hasta hoy las más obvias reminiscencias de la “ya extinta” Guerra Fría.

Para ver cómo se vive hoy día en Corea del Norte, recomiendo ver este reciente documental del canal español Antena 3. Una de las muy raras ocasiones en las últimas décadas que el gobierno comunista ha dejado entrar a periodistas en el país:



Capítulo 6: Rojos (1948-1953)


En este sexto capítulo, Rojos (1948-1953), se repasan las respuestas de cada bando frente a sus amenazas internas. En Estados Unidos imperó la histeria del macartismo, llamada así por el Senador Republicano Joseph McCarthy, quien intentó aislar a los simpatizantes del comunismo de posiciones influyentes en la cultura y el gobierno. De esta época se recuerdan especialmente las listas negras en Hollywood y las interminables audiencias ante el Congreso con el objeto de desmantelar redes de supuestos comunistas en los Estados Unidos. A pesar de motivarse estas condenables cacerías de brujas en el peligro real de una agresiva ideología totalitaria criminal con aspiraciones globales, financiada y dirigida por una potencia nuclear extranjera adversaria, hasta el día de hoy se considera esta época como una mancha en la democracia estadounidense.

En contraste, lo análogo en el bando soviético no consistió simplemente en un puñado de encarcelados y otros más “blacklisted”, sino en el despliegue sin pudor de todo el terror estalinista a lo largo y ancho de la URSS y los países satélites de Europa Oriental. Cientos de campos de concentración repartidos por toda la helada geografía rusa, los infames gulags, albergaron a millones de sospechosos de ser disidentes y a quienes osaban preguntar por algún desaparecido. Las cifras varían entre 1 y 6 millones de muertos en el archipiélago gulag. El culto a la personalidad de Stalin también se desató como herramienta totalitaria para mantener a la población siempre consciente de quién gobernaba sus destinos. Hasta las artes debían regirse por lo que se llamó el Realismo Socialista, cuyos lineamientos estéticos, por supuesto, los dictaba el Partido Comunista Soviético.

Tal vez la herramienta propagandística soviética más llamativa de esta época fueron los llamados juicios-espectáculos en Europa Oriental. En estos, literalmente eran sacrificados algunos dirigentes comunistas quienes eran torturados hasta que estuviesen listos para confesarse culpables de una traición que no habían cometido en juicios públicos televisados, solamente para mantener aleccionada a la audiencia. Si los campos de la muerte soviéticos y el resto de los inhumanos instrumentos totalitarios ya nos evocan a sus primos hermanos ideológicos, los nacional-socialistas alemanes o nazis, también lo hace el resurgimiento del antisemitismo en la Rusia comunista de Stalin. Especialmente una vez que su paranoia se volvió contra sus médicos personales, la mayoría de los cuales eran judíos, quienes fueron juzgados y encarcelados o muertos bajo tortura. Los judíos, como por desgracia se ha repetido tantas veces en la historia, eran los chivos expiatorios ideales, algo que se agravaba en esta ocasión por sus conexiones familiares y de amistad con otros judíos en Occidente. A los judíos rusos desde entonces se les prohibió acceder a la profesión médica y a otras profesiones en el “paraíso socialista” de la URSS. 



domingo, 15 de octubre de 2017

#QueTeVoteTuPutaMadre


Solo voy a decir dos cosas al respecto de las “elecciones” de hoy en Venezuela. Más bien, diré la misma cosa de dos formas distintas:
La forma más económica de decirlo, en cuanto a mis importantísimos recursos vitales, sería:
#QueTeVoteTuPutaMadre

Y la segunda forma, más elaborada, debería ser en realidad innecesaria, porque quien no haya podido aprehender el fondo del problema desde la anteriormente expuesta perla de sabiduría, no creo que pueda entenderlo ni siquiera con la más exhaustiva de las explicaciones, que por cierto no ofreceré, porque mi tiempo y el resto de mis recursos vitales valen mucho más que lo que pudiera conseguir haciéndolo. Entonces, la segunda forma de expresarlo, tan solo un poco más detallada que la anterior, pero no en demasía porque quien haya leído hasta acá y aún no esté convencido simplemente no se merece más, sería:

No votaría hoy porque no voy a votar por el madurismo, obviamente, pero tampoco por estos “opositores”. La razón por la que no votaría por estos últimos es porque: 1) Con la Asamblea Nacional, que tiene muchas más y mucho más importantes competencias útiles para luchar contra la dictadura, la MUD no quiso/no pudo hacer un carajo, a pesar de haber prometido en la correspondiente campaña (al igual que ahora) que iban a hacer mucho más incluso que lo que dichas competencias, mucho más poderosas que las que ahora “están en juego” hubieran permitido; 2) Con el plebiscito del 16J y prácticamente con la mayoría calificada de la Asamblea Nacional, estos “opositores” no quisieron/no pudieron hacer tampoco un carajo, no solo eso sino que incluso han hecho todo lo contrario traicionando el compromiso asumido en un evento histórico; 3) No votaría porque no quisiera ser yo la “materia prima” para que Tibisay esta noche decida qué gobernaciones ASIGNARÁ a quién, porque lo de hoy será cualquier cosa excepto una verdadera elección; 4) Mucho menos querría ser yo la “materia prima” para que un adeco hijo de la gran puta o un justiciero o un VPero oportunistas y con poca fibra como para haber hecho algo distinto, puedan decir el día de mañana que su partido debe ser el que más mee, el que más peso tenga a partir de ahora en las decisiones de la “unidad” porque recibieron “xxx” votos hoy; 5) y, finalmente, no votaría hoy porque sé que la única utilidad de cualquier gobernación que Tibisay tenga permiso de ASIGNAR hoy por la noche, es la de que el partido opositor premiado por la dictadura (que tendrá que devolverle eventualmente el favor de alguna manera) pueda tener un presupuesto público mínimamente garantizado y mínimamente jugoso como para, corrupción de por medio, poder mantener materialmente a buena parte de sus inútiles e inmorales militantes que estén felices de ganarse así la vida.

Respecto a esto último estemos claros. Con una silla en la AN se podría mantener tan solo el líder partidista de alto perfil y un puñado de sus “asesores”. Muy pocos comerían de ese cambur y, además por esto mismo, la dictadura pudo darse el lujo de no darles un centavo y mandarlos a llorar pa’l valle sin problema alguno. En cambio, con el presupuesto de una gobernación, por muy pequeña que esta sea, sí podrían comer bastantes fieles militantes, bien sea dándoles cargos inventados o dándoles cargos de verdad para los cuales, en su inmensa mayoría, ni estarán calificados ni ejercerán realmente, pues dedicarán su tiempo a seguir haciendo labores partidistas, pero ahora con un sueldo público cortesía de la corrupción de color opositor. Y a diferencia de lo que pasó con la AN, a la dictadura le costaría mucho más no dar ni un centavo a todo un estado, porque de esos presupuestos estadales no solo dependerá la cola de nuevos enchufados que están hoy esperando para ser premiados por su lealtad, sino un gran número de servicios públicos cuya no financiación sí tendrá un impacto visible (más bien sufrible) para millones de personas. Y no nos engañemos, si pasado mañana la dictadura decide asumir el costo político de pasar sólo 10 bolívares a los estados que Tibisay ASIGNE hoy a “opositores”, incluso mandando a comer mierda a todos los ciudadanos que dependen de los servicios estadales que quedarían sin ser financiados (o simplemente reemplazando estos servicios por otros manejados por el gobierno central, como ha ocurrido tantas veces minimizando el costo político), de todas maneras 5 bs irán religiosamente a los bolsillos de los leales políticos profesionales opositores que han sido incapaces o no han querido acabar con la dictadura socialista venezolana.

En fin, si usted quiere “votar” hoy para que el martes algún adeco escogido por Tibisay (con permiso de Diosdado) pueda decir en alguna reunión de la “unidad”, mientras menea un güisqui con su meñique izquierdo, que son los adecos quienes deberían tener la voz cantante en la coalición opositora que no ha querido/no ha podido derrotar a la dictadura (pero eso sí, que ha sido muy eficiente segregando, insultando o entregando en bandeja de plata a la dictadura a quienes sí han querido intentarlo), una “unidad” que además nos prometió el paraíso si le entregábamos la Asamblea Nacional (porque “los espacios son importantes y no deben abandonarse”) pero que no hicieron nada con ella, una coalición que despreció nuestro voto del referendo del 16J haciendo todo lo contrario a lo que se votó y traicionándonos a todos, pues vaya y “vote” hoy, premie al adeco de su preferencia o al otro justiciero o VPero que le haya tocado. Y si además se recrea al imaginar que mientras aquel adeco sobra’o diga eso en alguna reunión del martes, le aplauden con vehemencia unos nuevos corruptos, unos felices enchufados estrenando sus nuevos cargos inventados porque ahora sí hay pa’ mantenerlos y cuyo único mérito haya sido estirar el cuello al posar al fondo en las ruedas de prensa de sus señores feudales del partido, vaya y “vote”, por lo que más quiera, hágalo, estará invirtiendo muy bien hoy su “voto” porque justamente y solo para esto es la “elección” de hoy, pero hágalo sin engañarse ni engañar a más nadie.

Si en cambio no va a votar repita conmigo, en voz alta y de forma reiterada:

#QueTeVoteTuPutaMadre

Lo de hoy NO es una cruzada contra la dictadura. Es la movida oportunista de un sector de la “oposición” para adelantarse a otros y sacar el mayor provecho político y (especialmente) económico (corrupción de por medio) que se pueda. Así sea traicionando a los millones del 16J y a las decenas asesinadas en las manifestaciones de este año. Y lo convocan a usted para que vuelva a ser su tonto útil “porque, total, votar no cuesta nada”. Para la dictadura lo de hoy es un trámite irrelevante. Los “resultados” ya están listos tan solo que no han sido hecho públicos, al igual que los siguientes pasos de quienes ya han decidido esos “resultados”. Y hasta en el hipotético y poco probable escenario en el que todo el país quedara pintado de azul, sepa usted que fue así solamente porque así le habrían dicho a Tibisay que podría pintarlo, porque quien le dará órdenes a Tibisay esta noche sabe que incluso con todas las gobernaciones la “oposición” no podría hacer nada de lo que pudo y debió haber hecho teniendo controlada la Asamblea Nacional. Porque ya sabe el que decide la asignación de las gobernaciones esta noche, que las pocas y menos importantes competencias de las gobernaciones serán eliminadas formalmente o de facto, según le convenga, de forma mucho más sencilla y con un mucho menor costo político que lo que ya hizo la dictadura (y se dejó hacer la “oposición”) con las competencias de la Asamblea Nacional.

En vista de esto, al menos el parapeto de hoy todavía se podría convertir en ganancia, al castigar a este monopólico liderazgo opositor y a sus miles de enchufados-wanna-be que se han partido el lomo buscando “votos” (más bien “gente en las colas”) y que no han podido y/o no han querido liberar a Venezuela de la dictadura socialista. Esto se puede hacer simplemente no “votando” hoy. No votar es también un derecho y hoy más que nunca conlleva un mensaje claro y muy importante (además de la muy justa y necesaria mentada de madre a quienes nos vuelven a pedir, luego de su enésimo fracaso y traición, el premio de un cheque en blanco): el liderazgo opositor DEBE cambiar para que Venezuela PUEDA cambiar. Ese es el único poder que tiene usted hoy, no se engañe, no tiene otro. Solo de usted dependerá ejercerlo o regalárselo a algún adeco meneando un güisqui con su meñique izquierdo en alguna reunión el próximo martes.

Luis Luque

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lunes, 2 de octubre de 2017

Mi Visión del Problema Catalán

Hasta ahora había evitado pronunciarme públicamente sobre la crisis política catalana. La razón no ha sido la de evitar meterme en asuntos complejos que además levantan pasiones en estas tierras en las que soy un recién llegado. Por desgracia, siendo liberal, ese a veces muy útil instinto de quedarse callado por prudencia política está muy relegado en mi orden de prioridades. En cambio, la razón de mi aparente indiferencia ha obedecido más a la tristeza y la frustración de anticipar como inevitable lo que desde ayer, primero de octubre, ha comenzado a manifestarse en Cataluña.
Poniendo las cosas en perspectiva: ¿Valdría la pena un solo muerto por cómo la clase política (la catalana y la española) han decidido comprometerse (para no decir enredarse) en sus estrategias para afrontar este problema? Intuitivamente debería parecernos que algo está muy mal cuando la forma en que se ha dejado desarrollar esta crisis pudiera conllevar algo tan drástico e irremediable como la muerte de alguien. Especialmente si el muerto pudiera ser un ciudadano de a pie cuya única aspiración, desde su propia perspectiva personal, pudo ser la de ejercer su derecho de autodeterminación política, por las razones que creía convenientes (nos parezcan buenas o no) y a través del medio más civilizado y pacífico de hacerlo: votando, aunque sea ilegal.
Algo de fondo está definitivamente mal y el ensordecedor ruido producido en torno a un problema con tantas aristas, ha evitado a la sociedad española dar con la raíz del problema y ponerlo sobre la mesa de manera preventiva para intentar resolverlo antes de pasar a mayores. Tal vez una desgracia estos días ayude a poner las cosas en perspectiva para atender las razones fundamentales. Tal vez una desgracia sea efectivamente lo que busca de manera macabra algún sector independentista, solo para ganar peso en una futura negociación política que se habría tenido que dar antes de llegar a esto.
Por muy impecable que pueda ser estos días la actuación de los cuerpos de seguridad en Cataluña, por muy ajustadas que puedan estar esas acciones al marco legislativo vigente, por mucho que tengan su origen en las decisiones de jueces y ni siquiera del ejecutivo, es un juego muy peligroso el que se comenzó a jugar ayer en Cataluña. Al final, en alguna calle, entre insultos, empujones y entre objetos volando por los aires en medio de un huracán de adrenalina, cualquier cosa podría pasar. Y lo que al final ocurra será el resultado directo de utilizar todo el peso del Estado para evitar que se ejerza un derecho no previsto en el marco legislativo vigente, a través de un mecanismo pacífico tampoco previsto y que no hace otra cosa que, justamente, evidenciar la ineptitud del Estado en cuanto a ajustar sus instituciones formales a los derechos fundamentales de los ciudadanos y a las coyunturas políticas. No solo a los liberales sino a toda persona bien debería entristecer que pueda ocurrir una desgracia mayor al ya notable número de heridos, debido al vasto despliegue de poder estatal que debió ser puesto en marcha esencialmente por causa de un déficit en la propia actuación del Estado que ahora se planta, resuelto y poderoso porque no le quedaba otra alternativa, en las calles de Cataluña.
Es una verdadera lástima que en buena medida lo que nos ha traído hasta acá sea que el problema catalán haya sido predominantemente comprendido y debatido en términos muy mediocres y superficiales, tanto por los medios de comunicación como por la clase política. Bien sea en función de la confrontación de nacionalismos (el español vs el catalán), o en críticas acerca de lo ciertamente irregular del proceso electoral o, en el caso más refinado, en términos de la utilidad social de acatar y hacer obedecer el marco legislativo vigente, más allá de si este es efectivo o no en su rol de garante de los derechos fundamentales de los ciudadanos.
Este superficial enfoque que no nos ha acercado a examinar como es debido las causas fundamentales del problema, creo que tiene dos grandes raíces principales:
La primera es la equivocada pero generalizada concepción colectivista –el llamado derecho a la autodeterminación de los PUEBLOS- de lo que en realidad es un derecho individual fundamental (si bien de eminente práctica asociativa), prácticamente no reconocido ni desarrollado en ningún marco legislativo dentro del dominante paradigma Estado-nación: el derecho de los individuos a la libre y voluntaria asociación y des-asociación política.
En pocas palabras, según la distorsión colectivista, si no eres PUEBLO o NACIÓN, no se te reconocería ningún derecho a la autodeterminación. Si tus argumentos para la secesión no son de este particular sabor de colectivismo, serían excéntricos o poco importantes y no tendrían oportunidad alguna de comenzar a ser reconocidos como legítimos por los poderes establecidos. Así puesto, no extraña que el independentismo catalán haya invertido décadas en alimentar su particular fábula nacionalista para legitimar (además de movilizar) su proyecto independentista. Tampoco extraña que la respuesta más mediocre al independentismo catalán sea oponerle el nacionalismo español. Por supuesto, en su versión discretísima propia del post-franquismo, así sea invocando la romántica idea nacional de la España unida, en la forma de un extraño derecho que tendría todo el PUEBLO español a que no le dividan su país.
La ampliamente aceptada versión colectivista del derecho a la autodeterminación ha sido, en efecto, un poderoso incentivo para el surgimiento del nacionalismo catalán. Y no me extrañaría que, especialmente en caso de agravarse la crisis en Cataluña o de tener eco en otras regiones, se produzca también un resurgimiento del nacionalismo español y que España se una al triste club de países europeos con nada despreciables partidos populistas nacionalistas de extrema derecha.
La segunda raíz del mediocre enfoque del problema catalán, creo que es esa generalizada idea de que la ley y los derechos son exclusivamente aquellos que se decreten en las instituciones políticas formales que conforman el Estado. O, más bien, que fuera de estas instituciones formales no existe y, por tanto, menos aún podría ser superior a ellas, ninguna otra fuente de derecho. Una idea que, por cierto, se afianza todavía más en contextos democráticos en donde existe tan solo un grado tolerable y no muy evidente de mínimo irrespeto a derechos fundamentales. Pero esta concepción de que fuera de la legislación y mucho menos superior a ella no existe nada es equivocada y peligrosa, aunque en un país moderno, democrático y civilizado como España, sea poco obvia y preocupe casi nada al ciudadano promedio.
Un alemán de la década de los 30 o un venezolano de hoy pueden entender perfectamente que lo que sale de las instituciones políticas formales, incluso como lo fue en el caso alemán, atendiendo a todas las formas y procedimientos legales y democráticos, puede llegar a ser obviamente incompatible con derechos fundamentales, cuando no impecablemente contrario a toda concepción de dignidad humana.
Por suerte, la España de hoy no llega a esos extremos, pero como sucede en cualquiera de las sociedades liberales occidentales modernas más civilizadas –mucho más allá de la obviedad y de la consciencia que de esto como problema trascendental puedan tener sus ciudadanos promedios- los marcos legislativos no necesariamente son perfectamente compatibles con los derechos individuales fundamentales. En términos llanos: no todas las leyes son buenas, ni todo lo bueno es ley.
 Esta desalineación entre genuinos derechos y legislación puede manifestarse de varias formas: 1) La legislación puede efectivamente contrariar algunos derechos fundamentales; 2) La legislación puede tener carencias al no recoger ni desarrollar algunos derechos fundamentales; y 3) La legislación puede elevar a la misma categoría de derechos fundamentales cosas que no son tales.
Si la legislación española no prevé el ejercicio de un derecho, en este caso el derecho a la autodeterminación política, debe reconocerse y atenderse esa deficiencia pero nunca desconocerse el derecho en cuestión. La atención y el esfuerzo deben ponerse en intentar mejorar la legislación y solo en segundo lugar en hacerla cumplir estrictamente tal y como está a pesar de sus deficiencias. En este sentido, yo habría esperado que la iniciativa y la presión para perfeccionar en este aspecto el marco legislativo español viniesen del bando independentista, pero según mi limitado entender no creo que haya habido ni la voluntad ni el más mínimo intento. Si este fue el caso, la responsabilidad entonces recae sobre el gobierno central, cuya principal misión no es la protección de una España unida, ni hacer cumplir un marco legislativo deficiente, sino la de garantizar los derechos fundamentales de los españoles. Por lo que, incluso a pesar de comprender que se pretenda también ser el protector de una España unida y de tener la obligación de cumplir y hacer cumplir la legislación vigente frente a acciones claramente ilegales del independentismo catalán, la prioridad del gobierno central debió haber sido iniciar un diálogo nacional en torno a negociar la reforma del deficiente marco legislativo, para simultáneamente: poder garantizar un derecho hasta entonces no reconocido y evitar una crisis política cuyas consecuencias pueden ser mucho más graves que la simple independencia de Cataluña.
La aspiración no debe ser nunca mantener rígidos marcos legislativos sino permitir que evolucionen para compatibilizarlos cada vez mejor con los genuinos derechos individuales fundamentales de los ciudadanos. Dicha evolución, por supuesto, está marcada por los ritmos políticos, las formas institucionales y las inercias históricas de cada sociedad. Pero los únicos que son “de piedra” y “sagrados” son los derechos inherentes a nuestra común naturaleza humana, jamás el aparataje formal burocrático con el que se intenta a duras penas garantizarlos y desarrollarlos efectivamente desde ese artefacto político llamado Estado. Que las instituciones políticas formales estén petrificadas y que esto sirva para perpetuar una situación en la que, para colmo, no se ofrezcan garantías efectivas suficientes de algunos derechos fundamentales, podría ser el sueño de los más rancios conservadores o, en general, de quienes presidan o aspiren a controlar esas instituciones petrificadas para velar en primer lugar por sus propios intereses. Pero una fiel protección a toda costa del status quo no tiene por qué ser de interés general y las más de las veces suele ser más bien contrario a este.
Los Estados-nación modernos no se supone que sean prisiones políticas con una configuración eterna e inamovible hasta el fin de los tiempos. Son los sucesores de una multitud de otros sistemas políticos diferentes experimentados en el pasado y serán tan solo los ancestros de las futuras comunidades políticas formales que aún no conocemos. Las cosas cambian y los países también y nada nos sugiere que el Estado-nación sea el diseño acabado perfecto que haya que tener por sagrado y defenderlo a cualquier costo. Mucho menos la configuración concreta de un Estado en particular. La España de hoy, como cualquier otro país, es una comunidad política que ni siempre fue igual ni continuará siendo igual en el futuro. Lo ciertamente importante sería preguntarnos no a qué evolucionará sino ¿Cómo evolucionará? Así como la democracia nos permitió prescindir del derramamiento de sangre en la alternancia del poder, ya podríamos experimentar hoy con novedosos mecanismos que nos permitan evitar eventos y transiciones traumáticas, pero ahora en el ámbito de la inevitable evolución de las formas de las comunidades políticas. Unos mecanismos formales que permitan efectivamente servir mejor a la defensa de los derechos de los ciudadanos, evolucionar hacia el futuro y además hacerlo con el menor trauma posible.
Pero, si se mantienen las rigidices y un marco legislativo se percibe como intolerablemente desalineado con los derechos fundamentales, es legítimo y muy probable que los ciudadanos actúen desconociéndolo.
No me malinterpreten, no soy un revolucionario. Hay muchas razones para justificar acatar y hacer cumplir un marco legislativo incluso cuando sea deficiente. Se me ocurren tres importantes: La primera de ellas es la predictibilidad y la constancia, necesarias para que todos podamos seguir con nuestras vidas al reducirse la incertidumbre por asumir que todos los demás van a respetar las mismas normas que yo. La segunda es el mal ejemplo que podría incitar a otros a desconocer otras partes del marco legislativo que sí garantizan derechos fundamentales, de ahí por cierto que las malas legislaciones suelan terminar consiguiendo la perversión total de la ley. Y la tercera, es que dejar de reconocer unilateralmente el marco legal (justificadamente o no) es muy costoso, tanto a nivel individual como a escala social.
Así, lo más sanamente recomendable desde mi perspectiva sería siempre intentar corregir el marco legislativo de forma progresiva y negociada, con el único objeto de efectivamente alinear la legislación vigente con los derechos fundamentales de los ciudadanos, no derivados de aquella sino inseparables de su condición humana. Y sólo en última instancia, habiendo agotado lo anterior, hacer un llamado a desconocer la legislación vigente por ilegítima. Esto último parecería lo más sensato en los casos extremos de la Alemania nazi o la Venezuela de hoy en día, pero no parece muy oportuno ni justificado en el caso de la España de hoy.
¿Se agotaron exhaustivamente todas las negociaciones para incluir en la Constitución española mecanismos formales para regular una secesión de parte del territorio? No me atrevo a responder con seguridad, pero intuyo que no. ¿Sobre quién recae principalmente la responsabilidad de no haber agotado esa vía? Tampoco puedo responder con seguridad, pero me arriesgaría a decir que en este contexto primero sobre los independentistas catalanes e inmediatamente después –y sin justificar su aparente apatía en la también aparente unilateralidad y negativa a negociar de los primeros- sobre el gobierno español ¿La unilateralidad del independentismo catalán se entienden por una hipotética intransigencia continuada del gobierno español? Honestamente no tengo idea, tampoco sé si los casos de corrupción en Cataluña o más bien la nefasta influencia de la izquierda antisistema catalana estén siendo los factores determinantes de esa actitud.
Pero lo que sí creo poder afirmar con un buen grado de seguridad es lo siguiente: Considero genuino el derecho a la autodeterminación no sólo con un carácter nacional sino, en general, con un carácter puramente individual y asociativo. Y, como derecho fundamental que es, debo considerarlo superior a cualquier marco legislativo vigente que lo contraríe o no lo garantice efectivamente. Además considero que el marco formal, tanto español como europeo, fallan, bien sea por no reconocer este derecho fundamental, o por no desarrollar los mecanismos para poder ejercerlo o, incluso, por presentar deliberadamente barreras desproporcionadamente costosas para prevenir y desalentar cualquier intento de ejercerlo.
Ya he sugerido que ante esta situación particular, mi preferencia sería la de optar por una actitud conservadora reformista antes que por la alternativa revolucionaria. Pero solo soy yo, definiendo cuáles son MIS medios preferidos para intentar alcanzar una situación en la que pudiera ejercer mejor un derecho que sé que tengo aunque no se me garantice, pero que cuyo ejercicio valoro CONCRETAMENTE en comparación a otras cosas que también valoro. Por contraste, mi preferencia en la crisis venezolana sí sería una rebelión (de preferencia pacífica) contra el poder absoluto de un estado totalitario socialista.
Un derecho es absoluto y universal, pero cuánto valoro ese derecho, por qué lo hago, los medios que se puedan escoger para intentar garantizar el poder ejercerlo y aquello a lo que debería renunciar para llegar a esa situación ideal, no son ni absolutos ni universales, son cambiantes, individuales y subjetivos. Es decir, no se discute si el derecho se tiene o no, pero sí son perfectamente debatibles los medios para intentar garantizar su ejercicio, así como también las razones por las que valoramos ese derecho, cuánto lo valoramos, si es poco, mucho o suficiente como para asumir ciertos riesgos y costos asociados a utilizar algún medio en particular, también debatible, para alcanzar el objetivo de poder finalmente ejercer el derecho. Lógicamente un medio, un riesgo o un costo que implique la potencial violación de derechos fundamentales de terceros deberían ser descartados a priori y este sería el mínimo exigible a todos. Pero aparte de esa exigencia, cualquiera debería poder escoger cualquier medio que estime conveniente, así como valorar en el grado que desee y por las razones que estime conveniente, tanto el ejercicio del derecho como aquello a lo que tendría que renunciar en su lucha para conseguir ejercerlo.
La pregunta individual entonces es: ¿Qué tan intolerable debe ser el hecho de no poder ejercer un derecho fundamental como para justificar emprender qué tipos de acciones políticas? No existe una respuesta válida a esta pregunta para toda persona y circunstancia. Nótese que en general esta pregunta aplica para cualquier derecho fundamental y que podría verse como una de las principales conexiones entre derechos y política.
Aquí es donde se hacen evidentes las dimensiones individual y subjetiva en el problema de la autodeterminación política, o en general de cualquier otro derecho de carácter absoluto y universal: Como ser humano tengo derecho a asociarme y des-asociarme de cualquier especie de comunidad política que me imponga deberes a cambio de garantizar mis derechos, implicando obviamente el derecho a no ser obligado a permanecer asociado si no me da la gana. Pero en la práctica, la valoración tanto de las circunstancias como del propio ejercicio del derecho no reconocido depende de cada quien. En la inmensa mayoría de los casos el estado de cosas es tal que poco le importa realmente a la mayoría de las personas no poder ejercer este derecho, incluso si tuvieran consciencia tanto de tenerlo como de que tienen prohibido ejercerlo.
Y, por otro lado, las cuestiones prácticas de llevar a cabo una independencia exitosa y sostenible, a la que tendría todo el mundo igual derecho, acarrean costos que, además de la prohibición de hacerlo, también representan desincentivos para intentarlo. De ahí que, si bien tendría todo el derecho de declarar la famosa “República Independiente de Mi Casa”, poderosas razones prácticas me llevarían a no querer intentarlo nunca, independientemente de las sanciones que tendría que enfrentar en caso de intentarlo teniéndolo prohibido.
Sumando todas estas cosas: que por lo general a nadie le importa mucho (especialmente en países democráticos liberales occidentales) ejercer su derecho a la autodeterminación; que las sanciones asociadas a la prohibición serían muy altas; y que en caso de no estar prohibido los costos prácticos serían bastante considerables; explican por qué el derecho a la autodeterminación política nos parece un poco raro, prácticamente una excentricidad. Sobre todo en países “normales” sin conflictos étnicos, nacionales o raciales y sin flagrantes violaciones de derechos humanos. A esto habría que sumarle el hecho nada despreciable de que todo gobernante quiere seguir gobernando sobre todo el territorio y sobre todos los súbditos (perdón, ciudadanos) sobre los que siempre ha gobernado. Pero nada de esto desmerita la calificación de derecho, tan solo nos informa sobre qué tanto parece importarle ejercerlo a los ciudadanos y qué tan difícil o útil les parece que sería hacerlo.
Por eso es que, obviando Cataluña, en prácticamente todas las sociedades civilizadas sus ciudadanos no consideran tan intolerable el verse obligados a permanecer dentro de un país como para motivarse a ejercer acciones políticas radicales para una independencia. Unas pocas personas llegarían tal vez hasta recoger firmas para avalar el reclamo independentista de la unidad político administrativa en la que viven, pero seguramente a casi todos les parecería absolutamente injustificado llegar a tomar las armas para conseguirlo.
Sin embargo, en otras circunstancias muy distintas a nuestras privilegiadas sociedades, la percepción de la mayoría de los ciudadanos puede ser otra. Incluso hasta el punto de que nosotros mismos empaticemos con el clamor independentista en otras latitudes cuando acá le parecería a muchos que ni siquiera es un derecho. De manera ilustrativa, siempre desde la perspectiva individual y subjetiva, un kurdo en Turquía tal vez no pueda encontrar razones de peso para justificarse a sí mismo luchar con las armas por un estado kurdo, pero a un kurdo en el Irak de Hussein o en la Siria de hoy sí que podrían ocurrírsele muy fácilmente muchas razones que sí le motivarían a hacerlo. A un judío en Brooklyn la idea del sionismo puede parecerle indiferente o hasta exagerada, pero para un judío emigrado de Europa central o de Egipto ya no tanto. Un escocés que haya votado por permanecer en Reino Unido el año pasado, hoy podría decidirse a votar a favor de la independencia, solo para intentar que Escocia eventualmente retorne a la UE.
No hay una respuesta universal a la pregunta de cuán intolerable debe ser para alguien un malestar como para justificar cada una de las acciones políticas disponibles, desde el escocés que pueda cambiar su voto por la independencia de Escocia, hasta el kurdo en Siria que pueda llegar a tomar las armas para construir un Estado kurdo en el que se sienta más protegido. Esto dependerá solamente de esa especie de cálculo subjetivo de carácter individual, en el que cada quien comparará sus valoraciones, riesgos, costos y beneficios de mantener la unión o actuar políticamente a favor de la independencia, ejerciendo un derecho que siempre ha tenido, que siempre tendrá y que es idéntico al derecho de un parisino a quien nunca le ha pasado por la mente la idea de la secesión.
Que un tercero pretenda poner la vara para medir si se justifica o no querer independizarse para permitirlo o no, no es legítimo. Sería tan ilegítimo como sugerir que la única justificación de un divorcio debiera ser el maltrato físico. Nadie tiene derecho a decir: “si no te están tratando tan mal [según mi criterio], no tienes derecho a irte”. Pues es una decisión de cada quien decidir en qué punto tomar alguna acción para ejercer su derecho, en este caso a la autodeterminación, a pesar de que podamos identificarnos mucho más con algunas razones que con otras. Eso sí, las acciones que se tomen conllevan responsabilidades y estas responsabilidades, como en cualquier otro ámbito, deben ser siempre asumidas por quienes actúan y esto tampoco está sujeto a debate.
Por desgracia, en la práctica esta vara sí que está puesta por terceros. Bien sea por quienes solo alcanzan a defender la autodeterminación de los PUEBLOS, sugiriendo que la identidad nacional sería la única razón válida, como también por quienes argumentan que sólo se justificaría una secesión cuando se violan ciertos derechos fundamentales [los que más valoran ellos] en cierto grado [el que ellos considerarían intolerable]. Confunden todos ellos las que solo serían sus propias razones de peso en caso de verse ellos mismos en los zapatos del independentista, con lo que quieren ver como justificaciones generales para permitir o no el ejercicio del derecho a la autodeterminación o, más grave aún, confunden sus hipotéticas razones particulares con la mismísima definición de cuál sería exactamente el derecho de todos los demás.
Por supuesto son analizables y debatibles en muchas y muy interesantes dimensiones muchos temas: si el nacionalismo catalán es mítico o si tiene algún asidero histórico; si a estas alturas en el primer mundo el nacionalismo merezca o no ser una razón de peso para cualquier cosa; si se ha impuesto el nacionalismo catalán con un adoctrinamiento al mejor estilo chavista; o si el nacionalismo ha lavado el cerebro de los catalanes como para hacerles ahora valorar desproporcionadamente más el ejercicio del derecho a la autodeterminación y desproporcionadamente menos los costos de una separación e incluso de una rebelión contra el Estado español. De igual manera son debatibles los medios por los que ha optado el independentismo catalán, especialmente oportuno es este debate si se sospecha que tienen el potencial de violar derechos fundamentales de terceros. Y también merecería la pena debatir sobre los medios por los que ha optado el gobierno central para enfrentar esta crisis, desde no promover una negociación para atajarla y reformando antes el marco legislativo, hasta si debe hacer cumplir la legislación aunque sea deficiente y además con esa potencia (para no comenzar a decir desproporcionalidad) que se ve desde ayer en las calles catalanas. Si bien todos estos debates son interesantes y hasta necesarios, nada tienen que ver con que efectivamente un catalán, como cualquier otro ser humano, tiene el derecho a la autodeterminación política y debería poder aspirar a ejercerlo (por supuesto de la mejor forma) en caso de que así lo decidiese.
Llevándolo al absurdo, en el caso de un fanático que hiciera explotar una bomba en un centro comercial en nombre de la independencia (algo que todavía está fresco en la memoria de los españoles), su crimen no sería ser independentista, esto fue tan solo su motivación inmediata para tan evidentemente desproporcionada, vil y criminal acción. Su crimen fue asesinar personas, punto. Ayer el crimen en Cataluña no fue votar, ni ser independentista, sino haber desconocido unilateral y activamente (en la forma de un referendo ilegal) el marco legislativo español, que no prevé mecanismos para el ejercicio de un derecho fundamental. Pero debe quedar muy claro que: (1) Las motivaciones de cada quien para ser independentista hoy en Cataluña son un tema muy distinto a (2) las acciones políticas elegidas para ejercer su derecho y ambas son además distintas al (3) derecho a la autodeterminación política y al hecho de que (4) el reconocimiento de este derecho en los marcos legislativos pertinentes es deficiente, cuando no inexistente o claramente violatorio.
Por desgracia (1) y (2) (por qué querrían independizarse los catalanes y por qué han optado por esa estrategia ilegal unilateral) han definido el debate político y han puesto sobre la mesa temas ciertamente importantes, como los nacionalismos, el adoctrinamiento y hostigamiento en Cataluña, la importancia de la obligación de hacer cumplir el marco legislativo vigente o si ha habido o no la suficiente negociación política. Pero estos temas han producido el suficiente ruido como para hacernos olvidar que (3) no puede estar sujeto a debate por ser la autodeterminación política un derecho fundamental y que el problema de fondo es en realidad (4): ¿Cómo hacemos para mejorar el marco legislativo español y europeo para que se reconozca efectivamente un derecho fundamental sin tener que caer en una espiral traumática innecesaria para quienes quieran ejercerlo?
Con todo lo anterior podrían replantearse muchas de las consignas superficiales que hoy se manosean en torno a esta crisis. Como por ejemplo aquella que creo que viene desde un discretísimo nacionalismo español: “No pueden los catalanes decidir solos cómo sería España”. Esta idea es engañosa y en vista de lo planteado en estas líneas creo que podría replantearse más correctamente como: “Todos los ciudadanos españoles deben poder decidir cómo reformar el marco legislativo para incorporar las garantías y los mecanismos para el ejercicio del derecho a la autodeterminación política, PERO, en ese marco debe preverse que cada región vote de manera autónoma para decidir si continúa o no perteneciendo al reino español”. Así, un andaluz debe poder pronunciarse en cuanto al marco que, de ahí en adelante, regule el derecho de todos a la autodeterminación política. Pero, ya con ese marco, debería corresponder sólo a los catalanes (en su definición amplia según establezca el marco regulador) decidir si desean o no seguir formando parte de España o iniciar los mecanismos ahora previstos para la secesión, con las condiciones y la transición que se prevean en esa norma.
De manera equivalente, se tendría que replantear también la consigna principal del otro bando “El derecho a decidir de los catalanes”, que podría quedar como: “Los catalanes (en el sentido amplio establecido en la norma) y solo ellos tienen el derecho a decidir si desean quedarse o no en España, PERO, no pueden hacerlo unilateralmente ante la ausencia de un marco regulatorio común para todos, pues todos los españoles deben poder participar en el diseño del marco que regule, de ahora en adelante y para todos, cualquier iniciativa de secesión de una región española, incluyendo las condiciones, la transición y la garantía de los derechos de todos los ciudadanos que puedan verse afectados con este hecho”.
De igual forma, la consigna con la que se critica la actitud asumida por el gobierno español: “Dar una respuesta judicial en vez de política”, aunque sea la más acertada de todas, debería desarrollarse con mayor detalle: “El gobierno central, como segundo responsable político en este tema después de los independentistas catalanes, debió haber previsto la inevitabilidad de verse judicialmente obligado a hacer cumplir el marco legislativo vigente (con potenciales resultados indeseables) y debió haber tomado la iniciativa de ofrecer una negociación política que llegara incluso hasta modificar la legislación para prever el ejercicio ordenado del derecho a la autodeterminación”.
Casi tan claro como que yo nunca debería aspirar a diseñar consignas y eslóganes breves y pegajosos, es que de haberse resuelto antes todas estas cosas, hoy no estaríamos en esta situación tan crítica, peligrosa y triste en Cataluña y además se tendría un marco legislativo más compatible con los derechos fundamentales de los ciudadanos. Qué lástima haber perdido esa oportunidad y en cambio estar ahora todos enredados en una complicadísima y delicada tesitura. La coyuntura se pudo haber parecido más a la de la Escocia más civilizada, en donde sin mucho trauma, de tanto en tanto, se evalúa la posibilidad de su independencia del Reino Unido. Eso sin necesidad de desplegar tropas del Estado central en las calles o de convocar a niños como escudos humanos en los colegios para evitar que se confisque el material electoral. Mientras, en el medio de todo eso, los policías locales se encuentran al borde de la desobediencia institucional, frente al conflicto de tener que golpear a sus vecinos hiperestimulados para hacer respetar una legislación deficiente que no les proporciona mecanismos para ejercer un derecho, simplemente porque quienes pudieron haberla reformado optaron mejor por un choque de trenes.
La referencia a Escocia nos lleva a pensar ahora en el marco europeo, que por ser sus instituciones un club de gobiernos, no debe extrañar que oponga como barrera de salida a los posibles proyectos secesionistas, la automática expulsión de la Unión Europea de cualquier territorio que se independice de un Estado miembro. Incluso en el caso de Escocia, cuyo derecho a la autodeterminación sí está previsto así como los mecanismos regulares para ejercerlo. Los políticos británicos han utilizado hasta hace poco esta carta de alto costo para desincentivar al independentismo escocés. Pero ahora el resto de los líderes europeos tienen a un Reino Unido fuera de la UE y a una Escocia que, de ser independiente, pudo haber permanecido en la Unión. Estas y otras paradojas suelen ser frecuentes cuando los marcos legislativos no se alinean con los derechos de las personas. Las contradicciones no suelen tardar en emerger y terminar por abofetear a las propias élites políticas responsables directas de esta desalineación.
En vez de esta crisis, todos los españoles podrían estar discutiendo hoy cómo reformar su marco legal para mejor, incluyendo las garantías y los mecanismos para el derecho a la secesión de todos los españoles. Temas como: los mínimos para iniciar una propuesta de independencia; los mínimos en cuanto a participación y votos favorables para ser aprobada; cuáles serían los electores llamados a participar en el referendo de independencia (residentes, nacidos en el territorio, no residentes con arraigo o propiedades, etc.); los procedimientos preferenciales para obtener la ciudadanía en el nuevo Estado para los ciudadanos que fueron habilitados para votar en el referendo y sus núcleos familiares; los mecanismos para la renuncia a la ciudadanía del Estado del que se separa el Estado independiente para aquellos ciudadanos que deseen renunciar a ella; previsiones importantes como un tratado automático de libre circulación de bienes, capitales y personas entre los dos Estados con cierta duración y que pudiera ser renovado indefinidamente si así convienen ambos gobiernos; cómo sería el reparto de los activos y de las deudas para cada uno de los Estados; los mecanismos de conformación del gobierno provisional del nuevo Estado y los tiempos para las primeras elecciones generales; los tiempos y mecanismos para redactar y aprobar la Constitución del nuevo Estado; y un largo etcétera.
Temas muy relevantes para tener reglas claras y previsibles previas a cualquier proyecto secesionista y para las cuales, como ya se ha dicho, todo ciudadano español debe poder tener algo que decir. Independientemente de que una vez aprobado el marco, solamente un subconjunto de los españoles (e.g. los residentes del territorio en cuestión, los nacidos en él, algunos antiguos residentes, los no residentes pero con propiedades o algún tipo demostrable de arraigo, etc.) sean los únicos convocados a decidir su separación.
Y en el ámbito europeo, con la participación del resto de los Estados miembros, se podría estar discutiendo también la incorporación de previsiones para definir la relación futura con los nuevos Estados que se pudieran independizar de aquellos, como por ejemplo: la definición de un status de asociado temporal para dicho nuevo Estado; la garantía del mantenimiento de la ciudadanía europea de los ciudadanos que no renuncien a la ciudadanía del Estado miembro del que se separan; una vía preferente para la adhesión del nuevo Estado a la Unión mientras mantenga su status de asociado temporal; la definición clara de aquellas partes de los convenios y acuerdos que se mantendrían vigentes o suspendidos para los Estados asociados temporales durante el tiempo previsto; la previsión de un tratado automático de libre circulación de bienes, capitales y personas entre el nuevo Estado y la Unión una vez que se venza su condición de Estado asociado temporal, con cierta duración y posibilidad de renovación; y también un muy largo etcétera.
En definitiva: el haber observado el lamentable espectáculo del día de ayer en Cataluña; el poder anticipar el de los próximos por venir; el temer además que estos acontecimientos puedan resultar en costos humanos irreversibles y alimentar posiciones todavía más radicales y con ramificaciones todavía más indeseables e impredecibles; todo esto contrastado con lo que no pudo ser, con haber podido asistir a un proceso de reforma consensuada, civilizado y de altura, tanto a nivel español como europeo, que contribuyera a alinear mejor sus legislaciones con la garantía más efectiva de los derechos fundamentales de sus ciudadanos y de ofrecer mecanismos ordenados para su ejercicio, es la razón principal de mi frustración y tristeza. Y todos los demás temas colaterales y tangenciales alrededor de esta crisis, pero especialmente la poca atención sobre sus causas fundamentales de parte de la opinión pública y la clase política, no hacen sino alimentar todavía más dichos sentimientos.
Epílogo:
Acá intenté centrarme en el problema que considero la raíz de todos los demás problemas alrededor del asunto catalán: el déficit en la legislación al no reconocer un derecho fundamental como la autodeterminación política ni de prever mecanismos para su ejercicio que minimicen el trauma social al ejercerlo. Las ramificaciones de este problema principal intenté no abordarlas directamente para no hacer de estas líneas un libro. Pero sí estoy consciente de muchas de ellas, algunas muy importantes, y al respecto tendría también mucho que decir, pero simplemente preferí no hacerlo.
Como estoy consciente de que este tema hiere sensibilidades y mueve muchas pasiones, a continuación me limitaré tan solo a sintetizar mi posición en algunos de estos otros temas:
·         No estoy a favor de la independencia de Cataluña hoy con esos locos, ni mucho menos con los radicales de la izquierda anti-sistema entre su dirigencia, ni mucho menos de esa manera improvisada y unilateral.
·         No me parece prudente ni justificable haber optado por la unilateralidad, esto además de ilegal (por contrariar el deficiente marco legislativo hoy vigente) es potencialmente ilegítimo porque no se sabe cómo se afectarán los derechos de terceros y porque los potencialmente afectados no han tenido la oportunidad de deliberar.
·         Me parece una verdadera desgracia que el gobierno español se haya tenido que ver obligado (o peor aún que haya preferido verse obligado) a tener que ir a Cataluña a reprimir por la fuerza lo que tan solo es un mediocre ejercicio pacífico pero ilegal (una elección), de un derecho no previsto en una deficiente legislación. Y originado todo tanto por la intransigencia de los independentistas a insistir en el unilateralismo como por la no suficiente insistencia del gobierno central de negociar otra alternativa antes de este desastr.
·         Dentro de la unilateralidad que condeno del independentismo catalán, celebro que al menos el mecanismo elegido haya sido el voto y no las bombas.
·         El referendo como fue realizado e incluso como pudo haber sido realizado de no haber intervenido el Estado central, creo que fue una chapuza y que no ofrecía las mínimas garantías que se esperaría de un referendo regular medianamente serio.
·         El nacionalismo me parece que es la más primitiva y retrógrada motivación política para cualquier cosa, entre ellas el independentismo y la reacción frente a este. Por esto rechazo la distorsión colectivista de reconocer tan solo el “derecho a la autodeterminación de los pueblos”. Primero porque los derechos no los tienen los colectivos sino los individuos; y segundo porque la identidad común de varios individuos como miembros de algún pueblo o nación es tan solo una de muchas motivaciones (que puedo juzgar, y lo hago como estúpida, mas no prohibir) para ejercer algún derecho. Dicho esto podría relativizarlo para circunstancias diferentes a la catalana. Entendiendo, por ejemplo, que un nacionalismo como el kurdo puede justificarse como respuesta natural e incluso hasta deseable frente a otros nacionalismos en la región que puedan pretender oprimir o exterminar a la minoría kurda.
·         Razones para justificar hoy proyectos separatistas, incluso en la sociedad más perfecta y liberal de occidente, se me pueden ocurrir por decenas. En general todas las que tengan que ver con conflictos de autonomía de las regiones frente al poder central, es decir, temas que sean de ámbito nacional y para los cuales no tengan autonomía las regiones y deban resignarse a acatar los mandatos centrales. Y por otro lado conflictos por el tratamiento diferenciado desde el poder central a distintas regiones de un mismo nivel. Que tendría que ver con (sin querer pronunciarme sobre la certeza o falsedad de ninguna) lo que los españoles llaman “solidaridad” y los catalanes “España nos roba”). Que si en este caso no puedo posicionarme, sí que debo reconocer que podría llegar a situaciones extremas e injustas. Los ciudadanos de una región podrían querer independizarse por estar en desacuerdo y no ser complacidos con la modificación de políticas centrales que los afecten como: verse comprometidos en una guerra que no desean; rehusarse a cumplir con la conscripción militar o civil obligatoria;  verse comprometidos con unas políticas de gasto público, tributarias o monetarias que no deseen; no estar de acuerdo con las políticas migratorias. Podrían por ejemplo querer eliminar algún impuesto; o adherirse a la Unión Europea; o salirse de ella; o adoptar una moneda propia más estable sujeta al patrón oro, o introducir la libertad monetaria; o eliminar los aranceles en el comercio internacional; o no estar de acuerdo con la proporción del gasto de defensa; o con el sistema de pensiones; o con el estado de “bienestar”; o reformar el sistema bancario y financiero eliminando la reserva fraccionaria o permitiendo la libertad bancaria; y un larguísimo etcétera.
·         El dilema de si aplicar o no ahora el artículo 155 es parecido al de haber tenido ayer que ordenar las cargas policiales. Una vez enredado el gobierno central, por no haberse logrado antes una solución política, es casi inevitable que tenga que seguir comprometido a hacer cumplir el marco legislativo vigente por la fuerza, especialmente si así lo ordena un tribunal. Esto creo que será el camino más probable y creo también que profundizará aún más la crisis en el mediano plazo. Una alternativa que siempre queda, aunque bastante improbable, es que el gobierno promueva un diálogo para la reforma de la legislación y así negociar una pausa del proyecto independentista catalán y obligar a sus promotores a negociar, con toda España, el nuevo marco en el que sí sea legal iniciar un proceso separatista. Quién sabe si algo así haya sido siempre el objetivo real de la estrategia del separatismo catalán: provocar y usar el escándalo de estos días para sensibilizar a la opinión pública y llegar en mejores condiciones a una negociación en el futuro.
·         Sí, el mundo sería un lugar mejor si se garantizara en todas partes el derecho a la autodeterminación política.
·         No, no todas las casas, los edificios, los barrios, los ayuntamientos, las provincias y las comunidades autónomas y sus equivalentes de cualquier país del planeta se atomizarían consecutivamente en países independientes cada vez más minúsculos convirtiendo a la humanidad en un caos. Hay importantes incentivos para evitar, por ser poco práctico, comunidades políticas independientes extremadamente pequeñas. Es decir, existen razones de peso por las que a nadie en su sano juicio se le ocurriría meterse en el problema de independizar una región demasiado pequeña y con muy pocos habitantes, por lo que eventualmente se alcanzaría un equilibrio. Y, por otro lado, mientras más pequeñas sean las comunidades políticas más tenderán a abrirse al mundo, a cooperar pacíficamente con sus vecinos para poder hacer viable su existencia y a asociarse en federaciones u organismos multilaterales para lidiar mejor con retos comunes. Ya que solas, siendo muy pequeñas, no podrían afrontar muchas cosas.
·         La amenaza constante de posibles independencias, estimularía a los políticos de los gobiernos centrales a potenciar la descentralización y a brindar cada vez mayor autonomía a sus regiones, a tratarlas más equitativamente y a tomar decisiones con mayores consensos.
·         Sí, en un mundo con derecho a la autodeterminación reconocido, muchas nuevas comunidades políticas nuevas surgirían y no todas serían de nuestro agrado. Pero habrá más alternativas y competencia entre modelos políticos, de las cuales podríamos aprender mucho e ir compensando lo malo. En general, cuando un ámbito está prohibido se aniquila toda innovación en él. El ensayo y error es inseparable del hecho de que el ser humano no es omnisciente y mucho menos en cuanto a fenómenos sociales complejos. A la larga, como en todo ámbito, mayor experimentación y diversidad compensan con creces los riesgos de asumir mayores libertades y los costos de los errores cometidos.
·         No, que una sociedad sea democrática y bastante decente no justifica no garantizar derechos que tal vez en un momento dado no sean muy valorados por los ciudadanos. Tampoco la democracia, la separación e independencia de poderes y demás contrapesos de los Estados modernos más decentes son garantías definitivas y permanentes de que el marco legislativo será siempre o cada vez más compatible con los derechos fundamentales de los ciudadanos. Incluso con todas las garantías, si una mayoría puede tener la intención de beneficiarse con la violación sistemática de los derechos fundamentales de una minoría, a la larga y a pesar de los procedimientos democráticos, puede esta intención llegar a convertirse en legislación que deba ser acatada por todos bajo la amenaza de la fuerza.
·          No, no sé cuál es la solución a lo anterior. Me inclino por reducir cada vez más el poder y el ámbito de las atribuciones de los Estados lo más que sea posible en cada circunstancia y aumentar la descentralización y la autonomía de las unidades político administrativas inferiores para aumentar así la diversidad y la competencia y diluir el poder. De hecho, tener como consecuencia del ejercicio del derecho a la autodeterminación más Estados más pequeños, más descentralizados, más cercanos a sus ciudadanos y menos belicosos por tener poco poder y por necesitar mucho más de otros, contribuiría a la larga y en promedio a minimizar la amenaza del poder de los Estados frente a la minoría más importante: el individuo.
·         No, un derecho no puede ser desconocido o reconocido en función de aquello que creamos poder prever como resultado de su ejercicio. Es decir, ni mi derecho a la vida, ni la garantía que debería existir en la legislación para que yo lo ejerciera en la medida de mis posibilidades, tienen absolutamente nada que ver con lo que un tercero crea poder prever que serán los resultados sociales (buenos o malos, según él) y en función de eso permitirme vivir o no. No existe tal cosa como el pre-crimen, solo existe el crimen. El punto anterior a este no es la justificación utilitarista del derecho a la autodeterminación, es tan solo una feliz casi-coincidencia. Sin entrar en detalles, no es casual que lo que sea “bueno” ofrezca (a la larga) buenos resultados, pero esto no implica que si no podemos ser capaces de anticipar buenos resultados de algo, ese algo necesariamente no sea “bueno”. Es bueno por otras razones no estrictamente utilitaristas.
·         Sí, en algunas circunstancias justifico personalmente la rebelión incluso violenta contra un Estado que haga cumplir un marco legislativo deficiente (por ejemplo en Venezuela, en la que “deficiente” es quedarse astronómicamente corto). No, Cataluña no creo que sea un caso así ni de lejos.
·         Sí, el nacionalismo catalán ha logrado elevar en las mentes de muchos catalanes el valor del ejercicio de su derecho a la autodeterminación y reducir la percepción de los costos tanto de la independencia como de una posible rebelión unilateral. Me parece personalmente terrible y potencialmente peligroso. Pero eso en ninguna medida influye en que entienda que la autodeterminación sea un derecho de los catalanes y de todos los demás.
·         Sí, el derecho a la autodeterminación es, como todo derecho, un derecho individual, aunque en la práctica se desarrolle de forma asociativa. Esto no es exclusivo de este derecho, aunque sin duda es más obvio. Querer llevar a cabo la idea de la "República Soberana de Mi Casa", sería muy costoso y seguramente impracticable. Un poco menos la “República Soberana de Nuestro Barrio” y así sucesivamente, ampliando el número de individuos que se asocien voluntariamente al proyecto de ejercer colectivamente sus derechos individuales. No es esto muy distinto a que para garantizar el derecho a mi vida decida asociarme con otros para constituir una agencia de seguridad o una policía que nos ayuda a garantizarlo efectivamente.
·         No, no puede exigirse unanimidad en un referendo de independencia, como no puede hacerse en ninguna otra decisión práctica que se refiera a la esfera pública. De hecho, si se acepta que en ciertos ámbitos estrictamente públicos la decisión mayoritaria debe ser acatada por la minoría derrotada, debe poder aceptarse automáticamente la misma situación pero ahora en un escenario en el que aquella minoría puede llegar a separarse del nuevo Estado en caso de considerar intolerablemente perjudicial el resultado e, incluso, volver a adherirse al Estado previamente abandonado. Y si esto se acompaña además con no perder la ciudadanía del Estado que se abandona (a menos que se solicitase) y con libre circulación de bienes, personas y capitales entre el nuevo Estado y aquél, incluso para el disconforme mudarse, como una última opción, tendría un bajo costo, que cada quien tendría que sopesar con el costo de quedarse en el nuevo Estado. El hecho de decidir entre todos el marco que regule las secesiones, debe tomar en cuenta todos estos elementos justamente para minimizar el trauma social.
·         No, no puede exigirse que un extremeño (sin lazos con Cantabria) vote en un referendo secesionista en Cantabria. De la misma forma que un gallego no tiene que tener poder de decisión alguna sobre una legislación municipal en un pueblo navarro, al que podría ir alguna vez y entonces tendría que acatar. Sí pueden en cambio participar todos en el diseño del marco que regule los niveles y ámbitos de las autonomías (y la posible independencia) de todas las regiones de España. Sólo así el gallego tiene algún poder de decisión sobre lo que pueden o no hacer los navarros y viceversa, al poder participar en cómo es el reparto de competencias y los grados de autonomía de todas las regiones en general.
·         Sí, en casi ninguna parte se reconoce el derecho a la autodeterminación política, pero eso no implica que no sea un derecho. Unos años atrás el voto de las mujeres tampoco se reconocía. Un poco más atrás el apartheid era legal en Suráfrica y el segregacionismo en el sur de Estados Unidos. Un poco más atrás lo era la esclavitud. Un poco más atrás eran perfectamente legales los sacrificios humanos. Las cosas cambian y a veces incluso para mejor y siempre es para mejor que se reconozcan los derechos que antes no se reconocían.
·         Sí, sería raro que un político con posibilidad de gobernar un territorio sea partidario a que parte de ese territorio pueda escapársele de las manos. También sería raro que una institución supranacional (como la UE), conformada por políticos de otros gobiernos contribuyan a esta posibilidad. Por otra parte, no es nada raro que un ambicioso político regional desee una mayor autonomía para el gobierno que él dirige y que el gobierno central no esté dispuesto a cedérsela. Todo esto solo hace más difícil o más fácil conseguir la garantía efectiva del derecho a la autodeterminación política, pero en ningún caso influyen en cuanto a determinar su estatus como un derecho genuino. Lo importante debería ser ocuparnos de no tener que ganarse el reconocimiento de los derechos por parte de los poderes constituidos a sangre y fuego, como tantas veces en la historia humana. Ya deberíamos estar grandecitos para esta gracia, especialmente cuando, como en el caso de la autodeterminación, los primeros afectados (unos para bien y otros para mal) son los políticos que gobiernan y solo muy por detrás los ciudadanos, que en la mayoría de los casos se podría prever que, en comparación con aquellos, poco verían afectado su día a día luego de una independencia y de afectarles, si el marco está bien diseñado, lo haría progresivamente en un periodo razonable de tiempo.

Luis Luque

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