Contra todo pronóstico el diálogo entre el
gobierno y la MUD ha valido la pena. No, por supuesto que no lo digo desde la
perspectiva del gobierno para el cual, en su momento de mayor debilidad, le ha
servido para ganar puntos en el mercadeo internacional de su imagen,
desmantelar la protesta de calle opositora, desmoralizar a la gente y,
especialmente, para ganar un invaluable tiempo a ver si el precio del petróleo
sube por sorpresa o termina de consolidar su maquinaria de control social total
a prueba de hambre y miseria, lo que ocurra primero. Me refiero a los resultados
del diálogo desde la perspectiva de las personas de bien y con un par de dedos
de frente, que quisiéramos tener una Venezuela muy distinta a la que tenemos. Y
es que para nosotros tiene que ser muy relevante que, justo en el peor momento
que atraviesa nuestro país, el diálogo
nos haya revelado, como una especie de oportuno manifiesto, la profunda y
esencial comunión ideológica entre el gobierno y la MUD. El eslabón perdido
que explicaría de una vez por todas los más que evidentes “desaciertos” de la
MUD en estos últimos meses y esa admirable “paciencia” que parecen tener y que
sería la envidia de cualquier monje budista.
El diálogo no sirvió para acordar nada
sobre el referendo revocatorio, un tema cada vez más olvidado por el liderazgo
opositor. Pero sí sirvió para hablar del tema de mayor urgencia para el pueblo
venezolano. Un tema que habría supuesto la más encarnizada lucha por parte de
una oposición digna de ese título: cómo resolver la grave crisis económica y
humanitaria en Venezuela. El punto de
acuerdo sobre este tema no puede hacer otra cosa que sorprendernos e
indignarnos:
"En el campo económico/social el Gobierno Nacional y la MUD acordaron trabajar de manera
conjunta para COMBATIR TODA FORMA DE
SABOTAJE, BOICOT O AGRESIÓN A LA ECONOMÍA VENEZOLANA. Decidieron
priorizar en el corto plazo la adopción de medidas orientadas al abastecimiento
de medicamentos y alimentos sobre la base de contribuir a promover su
producción e importación. Promover el diseño y aplicación de políticas de
cooperación entre los sectores público y privado para MONITOREAR, FISCALIZAR Y CONTROLAR LOS MECANISMOS DE ADQUISICIÓN Y
DISTRIBUCIÓN DE INSUMOS Y MERCANCIAS."
Las negritas y el subrayado, como
si hicieran alguna falta, son míos. Poco cabe leer entrelíneas, sobre el tema
literalmente más vital para los venezolanos, la MUD no tiene nada que exigir. Sino más bien ofrecerse como ALIADO
en las prácticas que justamente y sin atisbo alguno de duda, han causado el actual
desastre económico venezolano. En pocas palabras, la MUD está de acuerdo con la dictadura socialista, en que la “guerra
económica” es un hecho y que la respuesta a la crisis deberían ser mayores
controles a la economía. Esto no es baladí, no es un detalle técnico o ideológico
sin relevancia, no es tampoco un gesto hueco o un ardid de hábiles negociadores
que se la están comiendo, pero que como usted no es tan brillante estratega ni paciente
como ellos, es incapaz de entender.
Es la postura en blanco y negro,
sobre papel, de la oposición oficial de Venezuela ante la dramática situación
que está acabando con la salud y poco a poco matando a los venezolanos que aún
no escapan del país. Si el guabineo, las contradicciones, las falsas promesas y
la lentitud de la MUD le habrían hecho sospechar en algún momento que para
ellos la dramática situación que usted
vive valía una mierda, esto no puede sino confirmárselo definitivamente. Este acuerdo es el resultado lógico de un armonioso
monólogo ideológico disfrazado de diálogo. El producto de una negociación entre
una dictadura socialista; una oposición socialista y en el mejor
de los casos socialdemócrata; y con la
intermediación de un fracasado expresidente socialista sin empleo desde que
arruinó a España y del Vaticano con un Papa filocomunista a la cabeza.
Mucho antes de que el líder espiritual de los católicos pronunciase esa infame
frase hace unos días de: “Son los
comunistas los que piensan como los cristianos”, debió haber sido
descartado inmediatamente como un intermediador válido en el conflicto
venezolano. Pero claro, para poder desautorizar al árbitro habría primero que
disentir esencialmente de él. Y además estar en desacuerdo en ese mismo punto con
la contraparte del conflicto.
La MUD, justo en el momento más oscuro y miserable de la historia venezolana moderna, se adhiere plenamente al discurso y a las políticas económico-sociales de la dictadura. Abraza la fábula socialista de que la gente se está muriendo por falta de alimentos o medicinas, por culpa de una ficticia conspiración económica a gran escala y de carácter contrarrevolucionario. Echamos en falta lo que pudo haber sido el discurso de una verdadera oposición, de una alternativa real al socialismo. Que identificara con claridad las razones del desastre y exigiese un radical cambio de políticas tendientes a rescatar el estado de derecho; a eliminar los controles cambiarios y de precios; a detener la impresión sin límite de billetes; y a parar y revertir las expropiaciones a la propiedad privada. Cosas todos estas que efectivamente han destruido a la economía venezolana. Sin embargo, por desgracia para todos, en el diálogo la MUD decidió no discutir el referendo revocatorio, sino que más bien consideró oportuno manifestar que, al igual que sostiene el gobierno, no identifica a las políticas socialistas como las causas del drama humanitario que se cierne sobre Venezuela. Ni mucho menos propone mover un dedo para paliar sus verdaderas causas. Por el contrario, gobierno y MUD declaran una alianza para profundizar las mismas medidas que nos llevaron a todo esto. Para ambos, simplemente hay una guerra económica. Un “sabotaje”, “boicot” y “agresión” a la economía nacional y la solución serían todavía más controles de los que ya lograron por fin asfixiar a la economía venezolana.
Así, no sólo coinciden MUD y
gobierno en el diagnóstico de una deliberada guerra económica como la causa de
los males, sino también en las políticas para enfrentar la crisis. Como si la actual
situación económica tuviese una explicación distinta a los absolutos y
paralizantes mecanismos de “monitoreo”, “fiscalización” y “control” de las
mercancías en Venezuela, que desde hace casi 20 años ha intensificado el
chavismo. La MUD nos dice hoy que el
gobierno no estaba por mal camino en sus políticas económicas y que si la
economía no funciona como ellos sueñan, entonces sería por falta de más controles.
Seguramente creerán a pie juntillas esa gran falacia omnipresente en la élite política
venezolana, desde los más viejos hasta los más jóvenes que estrenan ahora
curules y alcaldías. Eso de que si el socialismo no funciona debe ser porque no
soy yo el socialista al mando. Una gran ilusión
en la que hoy todavía caen muchos incautos ciudadanos: que el gran problema en
Venezuela no son las malas políticas de izquierda, sino los malos políticos.
Un mensaje promovido desde las élites políticas, que insisten en que no sería
un tema de filosofías, sino de fallos en la ejecución, productos de una mala gerencia
técnica encargada de poner en marcha un dogma único, sagrado e indiscutible. Así
dan continuidad al mismo cuento de siempre, a la eterna excusa a posteriori de
todo socialismo en la práctica desde la revolución rusa. A aquella inacabable
falacia circular de que esto no sería el verdadero socialismo. Y a su corolario
implícito: el verdadero socialismo es el que te propongo yo, si me das tu voto.
Gracias al diálogo, como si las actuaciones previas de la MUD
no lo sugirieran ya desde hace un buen rato, tenemos hoy una incontestable
confesión de puño y letra: en lo esencial, la MUD y el chavismo ven al mundo de
la misma forma. Nos queda hoy más claro que nunca
que cuando nos vienen con ese rayado mantra de que aquello de las ideologías es
una cosa obsoleta, lo que más bien nos quieren decir es que en Venezuela todos
son progresistas, gente de izquierdas y que eso no se discute. No hay más
ideología que la ideología de todos. Todos son socialistas, progresistas o
izquierdistas y en eso no hay desacuerdo alguno. La clase política venezolana es de izquierdas, siempre lo ha sido y lo
sigue siendo. Lo fueron los puntofijistas, lo es el chavismo y lo es también la
MUD. Y de dejarnos eso muy en claro se ha encargado el Secretario General de
la MUD –el eminente pobretólogo Jesús “Chúo” Torrealba, exmiembro del PCV (Partido
Comunista de Venezuela), al que entró con la tierna edad de 13 añitos- y su
equipo negociador, al aclararnos con este vergonzoso acuerdo, que le dan un
espaldarazo a las políticas generadoras de pobreza a nombre de los pobres, que
pone en marcha la dictadura.
Ante esta confesa comunión
ideológica, se entiende el porqué de la sospechosa “paciencia” y últimos “desaciertos”
de la MUD. El conflicto entre estos actores no se debe a un radical choque de
visiones del mundo, de objetivos, estrategias o políticas fundamentalmente
distintas. En lo esencial todo estaría bien, todo sería perfectamente tolerable,
especialmente si tengo carro con chofer y escoltas y estoy “conservando algún
espacio”. Vale, sí, por supuesto el chavismo es la versión más salvaje y
violenta de la izquierda, pero su visión de Venezuela y la estrategia para
llegar a ella, en lo esencial, no se diferencia mucho de la del cogollo de la
MUD. Para ambos actores el Estado debe ser gigantesco, poderoso y ubicuo. Debe
ser el padre de los venezolanos, el gran protagonista social, la fuente de toda
sabiduría, virtud y de los grandes planes de desarrollo nacional. El petróleo
debe seguir en manos de los políticos y la sociedad debe limitarse a obedecer
los lineamientos y a hacer sólo aquello que tenga expresamente permitido,
siempre y cuando no contradiga alguno de los ambiciosos planes gubernamentales.
No existe un choque irreconciliable de
visiones entre la MUD y la dictadura socialista, el problema consiste en
realidad en el reparto del poder: quién va a ser el gran beneficiado por estar
en la cúspide; quién será la oposición oficial que compartirá con aquellos algo
de poder; y por último, a quién le va a tocar ir preso. El conflicto entre
la MUD de socialismo vegetariano y la dictadura socialista, es producto de la
ruptura del pacto de caballeros con el que la izquierda de la cuarta república dominó
y se repartió a Venezuela. El problema fue que el primo malandro de la
socialdemocracia de adecos y copeyanos, como había salido mal parado en el
puntofijismo, ahora se ha propuesto neciamente que le toca a él todo y que el
resto de los políticos u obedece o va preso.
El bipartidismo socialdemócrata de la cuarta república, en el
que se materializó la hegemonía ideológica de la izquierda, era presentable, decoroso
y estable. Desde la gran expropiación,
nada más y nada menos, de todo el sector con mayor potencial de riqueza para la
sociedad venezolana, el petróleo, no le hizo mucha falta seguir siendo tan
agresivo. La todopoderosa casta política sólo tenía que dedicarse a repartir para
mantener su privilegiada posición, hasta que no quedara más. Lo que fue la expropiación de prácticamente toda la riqueza
del país para beneficio de la élite política de izquierda, se disfrazó de
soberana gesta nacionalista como todos podemos recordar de nuestro
adoctrinamiento en la escuela. Todos éramos ricos porque los políticos, en
representación del pueblo, controlaban toda la riqueza y era su trabajo
repartirla con justicia social. Si había pobres era porque algún rico se había
quedado con un pedazo más grande. El pobre era pobre pero honrado, pero el rico
en cambio era muy probablemente un ladrón. El
grifo de petrodólares en manos exclusivamente de los políticos, era y es hoy
todavía el sueño húmedo de todo político de izquierdas, de todo líder
progresista, de todo soñador socialdemócrata. La aparente bonanza de la
cuarta república –producto de exprimir la riqueza petrolera acumulada y de
repartirla con políticas populistas y clientelares a los sectores populares
(que votan) y a las élites pseudo-intelectuales, pseudo-empresariales y
comunicacionales (que nos dicen por quién votar)- duró su buena cantidad de
tiempo. Eventualmente, como a borracho que gana la lotería, la riqueza tenía
que esfumarse. Pero las nocivas prácticas, las equivocadas filosofías y las falsas
expectativas inculcadas a todos los venezolanos desde el poder, quedaron muy
bien arraigadas y sobrevivieron a la entonces extinta riqueza. Sólo faltaba un
buen bajón en los precios del petróleo para acabar con la fiesta. ¿A quién iba ahora el electorado
venezolano, luego de acabarse la curda, a otorgar en bandeja de plata el poder
sino a la versión más violenta y radical de las mismas malas ideas con las que se
corrompió y malacostumbró al pueblo venezolano?
Así fue como la hegemonía de
izquierdas de la socialdemocracia de la cuarta, fue la causante de que llegara
al poder su primo malandro de la quinta república. El monolítico discurso progresista,
sumado a la falta de riqueza ahora agotada, sólo podía dar paso al primo
malandro, a la izquierda más radical. La
izquierda vegetariana empobreció a largo plazo mientras mantenía la ficción de
ayudar a los más necesitados, repartiendo migajas a cambio de futuro, a la vez
que sembraba los antivalores que necesitaría su heredero radical para poder seducir
a un electorado frustrado al no ver cumplida la promesa de la socialdemocracia.
La fiesta socialdemócrata sólo se sostiene por poco tiempo, mientras el reparto
se apoye en una riqueza previa o en la ilusión de las alzas en la cotización
del petróleo. Porque ya no se genera nueva riqueza, riqueza orgánica, en una
sociedad en la que quien produce es un ladrón y donde es mucho más fácil
encontrar una “ayudaíta” o un subsidio, que un empleo o un negocio productivo.
A la izquierda carnívora le toca el turno entonces, cuando ya no queda mucho qué
repartir a menos que sea desmantelando el país de manera definitiva. Y llega justo
cuando la sociedad ya está lo suficientemente corrompida con el discurso
buenista y empapado del ideal de la justicia social, de los antivalores de la
envidia, del vicio de asumir que alguien más debe encargarse de mi suerte, de la
riqueza sin trabajo, del culto a la pobreza y de la criminal relativización de
los derechos individuales fundamentales a cambio de unos inventados pseudo-derechos
llamados sociales. Una cultura que tanto se empeñó en inculcar la socialdemocracia
con petrodólares y buenas intenciones y que le aseguraban la dominación
política mientras durase. El adoctrinamiento socialista había empezado hace
décadas en Venezuela y no nos habíamos querido dar cuenta. El paso de la cuarta
a la quinta fue sólo el comienzo del agotamiento del modelo. El paso de la
quinta a la sexta no se quiere terminar de dar porque la MUD no tiene un modelo
distinto de país, porque representan poco más, y lo saben, que la versión
moderada del socialismo del siglo XXI. El paso de la quinta república a la
sexta, sólo podrá darse cuando estemos dispuestos a abandonar las equivocadas
preconcepciones y a trascender el agotado modelo, el fraudulento socialismo y
en definitiva a la seductora trampa de la izquierda, la centro izquierda, la
socialdemocracia y el progresismo.
Pero por desgracia hoy, al igual que entonces, todos son de
izquierda. Todos siguen celebrando el fin de las ideologías porque hay una sola
en dos cómodas versiones: izquierda vegetariana e izquierda carnívora, según lo
frustrado, civilizado o adoctrinado que esté usted. Por eso es que no hay prisas. Gobierno y MUD entienden a
Venezuela de la misma manera, plantean las mismas políticas y quieren llegar al
mismo sitio. Las diferencias no son fundamentales sino matices menores, son
cuestiones meramente de forma y no de fondo. El conflicto real entre las dos versiones de socialismo trata acerca de
cuántos “espacios” le toca conservar a los políticos de “oposición” y si estos
espacios serán en las instituciones compartiendo algo de poder, o en la cárcel.
Además, algo que de seguro se planteará con toda razón la izquierda vegetariana
de la MUD ¿Para qué quiero yo a un país destruido? ¿Qué coño vamos a repartir?
¿Qué vamos a crujir a impuestos sino queda nada en pie? Si sólo saben de
repartir riquezas y no de generarla ¿Por qué querrían asumir la responsabilidad
de, ahora sí, reconstruir a Venezuela desde las cenizas? Eso del socialismo
democrático queda muy bien en Suecia, donde luego de un siglo de creación de
riqueza por políticas liberales, hay bastante para esquilmar. Y que cuando ven que
su modelo va haciendo aguas, tienen además una alternativa política liberal dispuesta
a hacer reformas sensatas para volver a producir riqueza. ¿Qué carajo va a estar
despilfarrando un borracho que no ha ganado la lotería?
Si no le sorprende, estimado lector, que aún hoy existan
chavistas en la más genuina miseria vociferando su lealtad a Maduro, extrapole
la fuerza de ese poderoso convencimiento
ideológico, para que le ayude a comprender cómo es que el socialismo
vegetariano de la MUD podría perfectamente proponerse convivir con la dictadura socialista.
En especial ante el difícil reto de derrocarla y el (para ellos) imposible desafío
de reconstruir a Venezuela con políticas de reparto social cuando ya no queda
nada por repartir pero sí todo por crear. Sume
usted que además se les respete el título de oposición oficial y se les permita
acceder a “espacios” con algo de poder. Así sea simbólico y con algo de presupuesto,
que alcance al menos para mantener al séquito más inmediato. El liderazgo de la
MUD debe estar muy consciente de que, con un país arruinado, lo único que puede
repartir la izquierda es plomo parejo. Y ellos serían demasiado civilizados
para eso, prefiriendo en cambio dejarle esa fea tarea al primo malandro. A la
espera de que algún día puedan retomar su civilizada y moderna expoliación con
rostro humano. El robo progresivo, lento, elegante, acompañado de bienintencionados
programas clientelares y medianamente consensuado, gracias a la hegemonía
ideológica de izquierdas que permea y adormece a toda la sociedad, tanto en sus
valores como en sus ganas de echar pa’lante tomando la responsabilidad de su
propio destino.
La MUD no está apurada porque su visión no difiere en lo
esencial a la chavista. Que el
socialismo chavista expropie con rifles y en cadena nacional, mientras el
socialismo civilizado se proponga empobrecer a largo plazo con tal de utilizar
a los pobres, expropiando con impuestos progresivos y regulaciones, son
cuestiones meramente de forma. Que antes se llamaba RECADI y ahora se llama
CENCOEX, o que antes eran los amigos de adecos y copeyanos y ahora son los
boliburgueses, o que el subsidio y la
prohibición de importaciones para que no compitan conmigo antes me lo daba un
ministerio y ahora un ministerio del poder popular o una comuna, da exactamente
lo mismo. No se equivoque usted, estimado
lector, las libertades que la MUD defiende son, en primer lugar, la libertad de
los suyos para acceder a los dichosos “espacios” de poder (ahí es cuando se
acuerdan de nosotros y de nuestros votos); y, en segundo lugar, la libertad de
los suyos para que no terminen en la cárcel. Los políticos de la MUD pueden
aguantar y tolerar mucho más y mejor que usted a la dictadura socialista, al
final, todo queda en familia.
Mientras no surja en Venezuela una alternativa liberal que
tenga una opción real de poder, no habrá una oposición efectiva a la dictadura
socialista, ni transición, ni mucho menos la reconstrucción de Venezuela. Mientras no existan políticos con una mentalidad distinta a
la que por 40 años sembró las condiciones para el surgimiento de la revolución
bolivariana, y a la versión concentrada de estos últimos que terminó de dar el
tiro de gracia a Venezuela, no habrá esperanza de un cambio real. Mientras la
ciudadanía no demande políticos con una ideología distinta a los que hoy no
tienen mucha prisa por salir de esto, que podrían convivir aunque incómodos con
la dictadura socialista y que no tendrían la menor idea de qué hacer con un
país empobrecido sin nada que repartir, no habrá esperanza de un cambio real. La
batalla que se le tiene que dar al socialismo, simplemente no la puede dar otro
socialista. Ahora más que nunca, para la transición y la reconstrucción de
Venezuela, es necesario un liderazgo político inspirado en las ideas del liberalismo
clásico. Que ofrezca un gobierno mínimo pero eficiente, que esté solamente
donde debe estar y no donde le estorba a la emprendedora sociedad. Que sólo se
concentre en garantizar las libertades individuales de los venezolanos, su
propiedad y su vida y que los deje prosperar y desplegar su tremendo potencial.
Un nuevo liderazgo que permita desmantelar los antivalores y los grilletes
mentales, con los que la hegemonía de izquierdas corrompió y mantuvo pobre al
pueblo venezolano, a la vez que muy rico al gobierno, a sus gestores y a sus amigos.
Ni una oposición real a la dictadura socialista, ni la transición que reclama
agonizante Venezuela, ni mucho menos la reconstrucción desde cero que necesita nuestro
país, podrá llegar desde una nueva izquierda vegetariana ansiosa por echar mano
a los petrodólares, para jugar ahora a ser ellos los grandes benefactores, los
sabios ingenieros sociales. Por el simple hecho de que sólo se puede oponer a
una mala idea la idea correcta, no la versión tímida y moderada de la primera.
Luis Luque
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