martes, 15 de noviembre de 2016

No hay prisa, todos somos socialistas


Contra todo pronóstico el diálogo entre el gobierno y la MUD ha valido la pena. No, por supuesto que no lo digo desde la perspectiva del gobierno para el cual, en su momento de mayor debilidad, le ha servido para ganar puntos en el mercadeo internacional de su imagen, desmantelar la protesta de calle opositora, desmoralizar a la gente y, especialmente, para ganar un invaluable tiempo a ver si el precio del petróleo sube por sorpresa o termina de consolidar su maquinaria de control social total a prueba de hambre y miseria, lo que ocurra primero. Me refiero a los resultados del diálogo desde la perspectiva de las personas de bien y con un par de dedos de frente, que quisiéramos tener una Venezuela muy distinta a la que tenemos. Y es que para nosotros tiene que ser muy relevante que, justo en el peor momento que atraviesa nuestro país, el diálogo nos haya revelado, como una especie de oportuno manifiesto, la profunda y esencial comunión ideológica entre el gobierno y la MUD. El eslabón perdido que explicaría de una vez por todas los más que evidentes “desaciertos” de la MUD en estos últimos meses y esa admirable “paciencia” que parecen tener y que sería la envidia de cualquier monje budista.

El diálogo no sirvió para acordar nada sobre el referendo revocatorio, un tema cada vez más olvidado por el liderazgo opositor. Pero sí sirvió para hablar del tema de mayor urgencia para el pueblo venezolano. Un tema que habría supuesto la más encarnizada lucha por parte de una oposición digna de ese título: cómo resolver la grave crisis económica y humanitaria en Venezuela.  El punto de acuerdo sobre este tema no puede hacer otra cosa que sorprendernos e indignarnos:
"En el campo económico/social el Gobierno Nacional y la MUD acordaron trabajar de manera conjunta para COMBATIR TODA FORMA DE SABOTAJE, BOICOT O AGRESIÓN A LA ECONOMÍA VENEZOLANA. Decidieron priorizar en el corto plazo la adopción de medidas orientadas al abastecimiento de medicamentos y alimentos sobre la base de contribuir a promover su producción e importación. Promover el diseño y aplicación de políticas de cooperación entre los sectores público y privado para MONITOREAR, FISCALIZAR Y CONTROLAR LOS MECANISMOS DE ADQUISICIÓN Y DISTRIBUCIÓN DE INSUMOS Y MERCANCIAS."
Las negritas y el subrayado, como si hicieran alguna falta, son míos. Poco cabe leer entrelíneas, sobre el tema literalmente más vital para los venezolanos, la MUD no tiene nada que exigir. Sino más bien ofrecerse como ALIADO en las prácticas que justamente y sin atisbo alguno de duda, han causado el actual desastre económico venezolano. En pocas palabras, la MUD está de acuerdo con la dictadura socialista, en que la “guerra económica” es un hecho y que la respuesta a la crisis deberían ser mayores controles a la economía. Esto no es baladí, no es un detalle técnico o ideológico sin relevancia, no es tampoco un gesto hueco o un ardid de hábiles negociadores que se la están comiendo, pero que como usted no es tan brillante estratega ni paciente como ellos, es incapaz de entender.

Es la postura en blanco y negro, sobre papel, de la oposición oficial de Venezuela ante la dramática situación que está acabando con la salud y poco a poco matando a los venezolanos que aún no escapan del país. Si el guabineo, las contradicciones, las falsas promesas y la lentitud de la MUD le habrían hecho sospechar en algún momento que para ellos la dramática situación  que usted vive valía una mierda, esto no puede sino confirmárselo definitivamente. Este acuerdo es el resultado lógico de un armonioso monólogo ideológico disfrazado de diálogo. El producto de una negociación entre una dictadura socialista; una oposición socialista y en el mejor de los casos socialdemócrata; y con la intermediación de un fracasado expresidente socialista sin empleo desde que arruinó a España y del Vaticano con un Papa filocomunista a la cabeza. Mucho antes de que el líder espiritual de los católicos pronunciase esa infame frase hace unos días de: “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”, debió haber sido descartado inmediatamente como un intermediador válido en el conflicto venezolano. Pero claro, para poder desautorizar al árbitro habría primero que disentir esencialmente de él. Y además estar en desacuerdo en ese mismo punto con la contraparte del conflicto.

La MUD, justo en el momento más oscuro y miserable de la historia venezolana moderna, se adhiere plenamente al discurso y a las políticas económico-sociales de la dictadura. Abraza la fábula socialista de que la gente se está muriendo por falta de alimentos o medicinas, por culpa de una ficticia conspiración económica a gran escala y de carácter contrarrevolucionario. Echamos en falta lo que pudo haber sido el discurso de una verdadera oposición, de una alternativa real al socialismo. Que identificara con claridad las razones del desastre y exigiese un radical cambio de políticas tendientes a rescatar el estado de derecho; a eliminar los controles cambiarios y de precios; a detener la impresión sin límite de billetes; y a parar y revertir las expropiaciones a la propiedad privada. Cosas todos estas que efectivamente han destruido a la economía venezolana. Sin embargo, por desgracia para todos, en el diálogo la MUD decidió no discutir el referendo revocatorio, sino que más bien consideró oportuno manifestar que, al igual que sostiene el gobierno, no identifica a las políticas socialistas como las causas del drama humanitario que se cierne sobre Venezuela. Ni mucho menos propone mover un dedo para paliar sus verdaderas causas. Por el contrario, gobierno y MUD declaran una alianza para profundizar las mismas medidas que nos llevaron a todo esto. Para ambos, simplemente hay una guerra económica. Un “sabotaje”, “boicot” y “agresión” a la economía nacional y la solución serían todavía más controles de los que ya lograron por fin asfixiar a la economía venezolana.


Así, no sólo coinciden MUD y gobierno en el diagnóstico de una deliberada guerra económica como la causa de los males, sino también en las políticas para enfrentar la crisis. Como si la actual situación económica tuviese una explicación distinta a los absolutos y paralizantes mecanismos de “monitoreo”, “fiscalización” y “control” de las mercancías en Venezuela, que desde hace casi 20 años ha intensificado el chavismo. La MUD nos dice hoy que el gobierno no estaba por mal camino en sus políticas económicas y que si la economía no funciona como ellos sueñan, entonces sería por falta de más controles. Seguramente creerán a pie juntillas esa gran falacia omnipresente en la élite política venezolana, desde los más viejos hasta los más jóvenes que estrenan ahora curules y alcaldías. Eso de que si el socialismo no funciona debe ser porque no soy yo el socialista al mando. Una gran ilusión en la que hoy todavía caen muchos incautos ciudadanos: que el gran problema en Venezuela no son las malas políticas de izquierda, sino los malos políticos. Un mensaje promovido desde las élites políticas, que insisten en que no sería un tema de filosofías, sino de fallos en la ejecución, productos de una mala gerencia técnica encargada de poner en marcha un dogma único, sagrado e indiscutible. Así dan continuidad al mismo cuento de siempre, a la eterna excusa a posteriori de todo socialismo en la práctica desde la revolución rusa. A aquella inacabable falacia circular de que esto no sería el verdadero socialismo. Y a su corolario implícito: el verdadero socialismo es el que te propongo yo, si me das tu voto.

Gracias al diálogo, como si las actuaciones previas de la MUD no lo sugirieran ya desde hace un buen rato, tenemos hoy una incontestable confesión de puño y letra: en lo esencial, la MUD y el chavismo ven al mundo de la misma forma. Nos queda hoy más claro que nunca que cuando nos vienen con ese rayado mantra de que aquello de las ideologías es una cosa obsoleta, lo que más bien nos quieren decir es que en Venezuela todos son progresistas, gente de izquierdas y que eso no se discute. No hay más ideología que la ideología de todos. Todos son socialistas, progresistas o izquierdistas y en eso no hay desacuerdo alguno. La clase política venezolana es de izquierdas, siempre lo ha sido y lo sigue siendo. Lo fueron los puntofijistas, lo es el chavismo y lo es también la MUD. Y de dejarnos eso muy en claro se ha encargado el Secretario General de la MUD –el eminente pobretólogo Jesús “Chúo” Torrealba, exmiembro del PCV (Partido Comunista de Venezuela), al que entró con la tierna edad de 13 añitos- y su equipo negociador, al aclararnos con este vergonzoso acuerdo, que le dan un espaldarazo a las políticas generadoras de pobreza a nombre de los pobres, que pone en marcha la dictadura.

Ante esta confesa comunión ideológica, se entiende el porqué de la sospechosa “paciencia” y últimos “desaciertos” de la MUD. El conflicto entre estos actores no se debe a un radical choque de visiones del mundo, de objetivos, estrategias o políticas fundamentalmente distintas. En lo esencial todo estaría bien, todo sería perfectamente tolerable, especialmente si tengo carro con chofer y escoltas y estoy “conservando algún espacio”. Vale, sí, por supuesto el chavismo es la versión más salvaje y violenta de la izquierda, pero su visión de Venezuela y la estrategia para llegar a ella, en lo esencial, no se diferencia mucho de la del cogollo de la MUD. Para ambos actores el Estado debe ser gigantesco, poderoso y ubicuo. Debe ser el padre de los venezolanos, el gran protagonista social, la fuente de toda sabiduría, virtud y de los grandes planes de desarrollo nacional. El petróleo debe seguir en manos de los políticos y la sociedad debe limitarse a obedecer los lineamientos y a hacer sólo aquello que tenga expresamente permitido, siempre y cuando no contradiga alguno de los ambiciosos planes gubernamentales. No existe un choque irreconciliable de visiones entre la MUD y la dictadura socialista, el problema consiste en realidad en el reparto del poder: quién va a ser el gran beneficiado por estar en la cúspide; quién será la oposición oficial que compartirá con aquellos algo de poder; y por último, a quién le va a tocar ir preso. El conflicto entre la MUD de socialismo vegetariano y la dictadura socialista, es producto de la ruptura del pacto de caballeros con el que la izquierda de la cuarta república dominó y se repartió a Venezuela. El problema fue que el primo malandro de la socialdemocracia de adecos y copeyanos, como había salido mal parado en el puntofijismo, ahora se ha propuesto neciamente que le toca a él todo y que el resto de los políticos u obedece o va preso.

El bipartidismo socialdemócrata de la cuarta república, en el que se materializó la hegemonía ideológica de la izquierda, era presentable, decoroso y estable. Desde  la gran expropiación, nada más y nada menos, de todo el sector con mayor potencial de riqueza para la sociedad venezolana, el petróleo, no le hizo mucha falta seguir siendo tan agresivo. La todopoderosa casta política sólo tenía que dedicarse a repartir para mantener su privilegiada posición, hasta que no quedara más. Lo que fue la expropiación de prácticamente toda la riqueza del país para beneficio de la élite política de izquierda, se disfrazó de soberana gesta nacionalista como todos podemos recordar de nuestro adoctrinamiento en la escuela. Todos éramos ricos porque los políticos, en representación del pueblo, controlaban toda la riqueza y era su trabajo repartirla con justicia social. Si había pobres era porque algún rico se había quedado con un pedazo más grande. El pobre era pobre pero honrado, pero el rico en cambio era muy probablemente un ladrón. El grifo de petrodólares en manos exclusivamente de los políticos, era y es hoy todavía el sueño húmedo de todo político de izquierdas, de todo líder progresista, de todo soñador socialdemócrata. La aparente bonanza de la cuarta república –producto de exprimir la riqueza petrolera acumulada y de repartirla con políticas populistas y clientelares a los sectores populares (que votan) y a las élites pseudo-intelectuales, pseudo-empresariales y comunicacionales (que nos dicen por quién votar)- duró su buena cantidad de tiempo. Eventualmente, como a borracho que gana la lotería, la riqueza tenía que esfumarse. Pero las nocivas prácticas, las equivocadas filosofías y las falsas expectativas inculcadas a todos los venezolanos desde el poder, quedaron muy bien arraigadas y sobrevivieron a la entonces extinta riqueza. Sólo faltaba un buen bajón en los precios del petróleo para acabar con la fiesta. ¿A quién iba ahora el electorado venezolano, luego de acabarse la curda, a otorgar en bandeja de plata el poder sino a la versión más violenta y radical de las mismas malas ideas con las que se corrompió y malacostumbró al pueblo venezolano?
Así fue como la hegemonía de izquierdas de la socialdemocracia de la cuarta, fue la causante de que llegara al poder su primo malandro de la quinta república. El monolítico discurso progresista, sumado a la falta de riqueza ahora agotada, sólo podía dar paso al primo malandro, a la izquierda más radical. La izquierda vegetariana empobreció a largo plazo mientras mantenía la ficción de ayudar a los más necesitados, repartiendo migajas a cambio de futuro, a la vez que sembraba los antivalores que necesitaría su heredero radical para poder seducir a un electorado frustrado al no ver cumplida la promesa de la socialdemocracia. La fiesta socialdemócrata sólo se sostiene por poco tiempo, mientras el reparto se apoye en una riqueza previa o en la ilusión de las alzas en la cotización del petróleo. Porque ya no se genera nueva riqueza, riqueza orgánica, en una sociedad en la que quien produce es un ladrón y donde es mucho más fácil encontrar una “ayudaíta” o un subsidio, que un empleo o un negocio productivo. A la izquierda carnívora le toca el turno entonces, cuando ya no queda mucho qué repartir a menos que sea desmantelando el país de manera definitiva. Y llega justo cuando la sociedad ya está lo suficientemente corrompida con el discurso buenista y empapado del ideal de la justicia social, de los antivalores de la envidia, del vicio de asumir que alguien más debe encargarse de mi suerte, de la riqueza sin trabajo, del culto a la pobreza y de la criminal relativización de los derechos individuales fundamentales a cambio de unos inventados pseudo-derechos llamados sociales. Una cultura que tanto se empeñó en inculcar la socialdemocracia con petrodólares y buenas intenciones y que le aseguraban la dominación política mientras durase. El adoctrinamiento socialista había empezado hace décadas en Venezuela y no nos habíamos querido dar cuenta. El paso de la cuarta a la quinta fue sólo el comienzo del agotamiento del modelo. El paso de la quinta a la sexta no se quiere terminar de dar porque la MUD no tiene un modelo distinto de país, porque representan poco más, y lo saben, que la versión moderada del socialismo del siglo XXI. El paso de la quinta república a la sexta, sólo podrá darse cuando estemos dispuestos a abandonar las equivocadas preconcepciones y a trascender el agotado modelo, el fraudulento socialismo y en definitiva a la seductora trampa de la izquierda, la centro izquierda, la socialdemocracia y el progresismo.

Pero por desgracia hoy, al igual que entonces, todos son de izquierda. Todos siguen celebrando el fin de las ideologías porque hay una sola en dos cómodas versiones: izquierda vegetariana e izquierda carnívora, según lo frustrado, civilizado o adoctrinado que esté usted. Por eso es que no hay prisas. Gobierno y MUD entienden a Venezuela de la misma manera, plantean las mismas políticas y quieren llegar al mismo sitio. Las diferencias no son fundamentales sino matices menores, son cuestiones meramente de forma y no de fondo. El conflicto real entre las dos versiones de socialismo trata acerca de cuántos “espacios” le toca conservar a los políticos de “oposición” y si estos espacios serán en las instituciones compartiendo algo de poder, o en la cárcel. Además, algo que de seguro se planteará con toda razón la izquierda vegetariana de la MUD ¿Para qué quiero yo a un país destruido? ¿Qué coño vamos a repartir? ¿Qué vamos a crujir a impuestos sino queda nada en pie? Si sólo saben de repartir riquezas y no de generarla ¿Por qué querrían asumir la responsabilidad de, ahora sí, reconstruir a Venezuela desde las cenizas? Eso del socialismo democrático queda muy bien en Suecia, donde luego de un siglo de creación de riqueza por políticas liberales, hay bastante para esquilmar. Y que cuando ven que su modelo va haciendo aguas, tienen además una alternativa política liberal dispuesta a hacer reformas sensatas para volver a producir riqueza. ¿Qué carajo va a estar despilfarrando un borracho que no ha ganado la lotería?

Si no le sorprende, estimado lector, que aún hoy existan chavistas en la más genuina miseria vociferando su lealtad a Maduro, extrapole la fuerza de ese poderoso convencimiento  ideológico, para que le ayude a comprender cómo es que el socialismo vegetariano de la MUD podría perfectamente proponerse convivir con la dictadura socialista. En especial ante el difícil reto de derrocarla y el (para ellos) imposible desafío de reconstruir a Venezuela con políticas de reparto social cuando ya no queda nada por repartir pero sí todo por crear. Sume usted que además se les respete el título de oposición oficial y se les permita acceder a “espacios” con algo de poder. Así sea simbólico y con algo de presupuesto, que alcance al menos para mantener al séquito más inmediato. El liderazgo de la MUD debe estar muy consciente de que, con un país arruinado, lo único que puede repartir la izquierda es plomo parejo. Y ellos serían demasiado civilizados para eso, prefiriendo en cambio dejarle esa fea tarea al primo malandro. A la espera de que algún día puedan retomar su civilizada y moderna expoliación con rostro humano. El robo progresivo, lento, elegante, acompañado de bienintencionados programas clientelares y medianamente consensuado, gracias a la hegemonía ideológica de izquierdas que permea y adormece a toda la sociedad, tanto en sus valores como en sus ganas de echar pa’lante tomando la responsabilidad de su propio destino.

La MUD no está apurada porque su visión no difiere en lo esencial a la chavista. Que el socialismo chavista expropie con rifles y en cadena nacional, mientras el socialismo civilizado se proponga empobrecer a largo plazo con tal de utilizar a los pobres, expropiando con impuestos progresivos y regulaciones, son cuestiones meramente de forma. Que antes se llamaba RECADI y ahora se llama CENCOEX, o que antes eran los amigos de adecos y copeyanos y ahora son los boliburgueses,  o que el subsidio y la prohibición de importaciones para que no compitan conmigo antes me lo daba un ministerio y ahora un ministerio del poder popular o una comuna, da exactamente lo mismo. No se equivoque usted, estimado lector, las libertades que la MUD defiende son, en primer lugar, la libertad de los suyos para acceder a los dichosos “espacios” de poder (ahí es cuando se acuerdan de nosotros y de nuestros votos); y, en segundo lugar, la libertad de los suyos para que no terminen en la cárcel. Los políticos de la MUD pueden aguantar y tolerar mucho más y mejor que usted a la dictadura socialista, al final, todo queda en familia.

Mientras no surja en Venezuela una alternativa liberal que tenga una opción real de poder, no habrá una oposición efectiva a la dictadura socialista, ni transición, ni mucho menos la reconstrucción de Venezuela. Mientras no existan políticos con una mentalidad distinta a la que por 40 años sembró las condiciones para el surgimiento de la revolución bolivariana, y a la versión concentrada de estos últimos que terminó de dar el tiro de gracia a Venezuela, no habrá esperanza de un cambio real. Mientras la ciudadanía no demande políticos con una ideología distinta a los que hoy no tienen mucha prisa por salir de esto, que podrían convivir aunque incómodos con la dictadura socialista y que no tendrían la menor idea de qué hacer con un país empobrecido sin nada que repartir, no habrá esperanza de un cambio real. La batalla que se le tiene que dar al socialismo, simplemente no la puede dar otro socialista. Ahora más que nunca, para la transición y la reconstrucción de Venezuela, es necesario un liderazgo político inspirado en las ideas del liberalismo clásico. Que ofrezca un gobierno mínimo pero eficiente, que esté solamente donde debe estar y no donde le estorba a la emprendedora sociedad. Que sólo se concentre en garantizar las libertades individuales de los venezolanos, su propiedad y su vida y que los deje prosperar y desplegar su tremendo potencial. Un nuevo liderazgo que permita desmantelar los antivalores y los grilletes mentales, con los que la hegemonía de izquierdas corrompió y mantuvo pobre al pueblo venezolano, a la vez que muy rico al gobierno, a sus gestores y a sus amigos. Ni una oposición real a la dictadura socialista, ni la transición que reclama agonizante Venezuela, ni mucho menos la reconstrucción desde cero que necesita nuestro país, podrá llegar desde una nueva izquierda vegetariana ansiosa por echar mano a los petrodólares, para jugar ahora a ser ellos los grandes benefactores, los sabios ingenieros sociales. Por el simple hecho de que sólo se puede oponer a una mala idea la idea correcta, no la versión tímida y moderada de la primera.

Luis Luque

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No hay prisa, todos somos socialistas


Contra todo pronóstico el diálogo entre el gobierno y la MUD ha valido la pena. No, por supuesto que no lo digo desde la perspectiva del gobierno para el cual, en su momento de mayor debilidad, le ha servido para ganar puntos en el mercadeo internacional de su imagen, desmantelar la protesta de calle opositora, desmoralizar a la gente y, especialmente, para ganar un invaluable tiempo a ver si el precio del petróleo sube por sorpresa o termina de consolidar su maquinaria de control social total a prueba de hambre y miseria, lo que ocurra primero. Me refiero a los resultados del diálogo desde la perspectiva de las personas de bien y con un par de dedos de frente, que quisiéramos tener una Venezuela muy distinta a la que tenemos. Y es que para nosotros tiene que ser muy relevante que, justo en el peor momento que atraviesa nuestro país, el diálogo nos haya revelado, como una especie de oportuno manifiesto, la profunda y esencial comunión ideológica entre el gobierno y la MUD. El eslabón perdido que explicaría de una vez por todas los más que evidentes “desaciertos” de la MUD en estos últimos meses y esa admirable “paciencia” que parecen tener y que sería la envidia de cualquier monje budista.

El diálogo no sirvió para acordar nada sobre el referendo revocatorio, un tema cada vez más olvidado por el liderazgo opositor. Pero sí sirvió para hablar del tema de mayor urgencia para el pueblo venezolano. Un tema que habría supuesto la más encarnizada lucha por parte de una oposición digna de ese título: cómo resolver la grave crisis económica y humanitaria en Venezuela.  El punto de acuerdo sobre este tema no puede hacer otra cosa que sorprendernos e indignarnos:
"En el campo económico/social el Gobierno Nacional y la MUD acordaron trabajar de manera conjunta para COMBATIR TODA FORMA DE SABOTAJE, BOICOT O AGRESIÓN A LA ECONOMÍA VENEZOLANA. Decidieron priorizar en el corto plazo la adopción de medidas orientadas al abastecimiento de medicamentos y alimentos sobre la base de contribuir a promover su producción e importación. Promover el diseño y aplicación de políticas de cooperación entre los sectores público y privado para MONITOREAR, FISCALIZAR Y CONTROLAR LOS MECANISMOS DE ADQUISICIÓN Y DISTRIBUCIÓN DE INSUMOS Y MERCANCIAS."
Las negritas y el subrayado, como si hicieran alguna falta, son míos. Poco cabe leer entrelíneas, sobre el tema literalmente más vital para los venezolanos, la MUD no tiene nada que exigir. Sino más bien ofrecerse como ALIADO en las prácticas que justamente y sin atisbo alguno de duda, han causado el actual desastre económico venezolano. En pocas palabras, la MUD está de acuerdo con la dictadura socialista, en que la “guerra económica” es un hecho y que la respuesta a la crisis deberían ser mayores controles a la economía. Esto no es baladí, no es un detalle técnico o ideológico sin relevancia, no es tampoco un gesto hueco o un ardid de hábiles negociadores que se la están comiendo, pero que como usted no es tan brillante estratega ni paciente como ellos, es incapaz de entender.

Es la postura en blanco y negro, sobre papel, de la oposición oficial de Venezuela ante la dramática situación que está acabando con la salud y poco a poco matando a los venezolanos que aún no escapan del país. Si el guabineo, las contradicciones, las falsas promesas y la lentitud de la MUD le habrían hecho sospechar en algún momento que para ellos la dramática situación  que usted vive valía una mierda, esto no puede sino confirmárselo definitivamente. Este acuerdo es el resultado lógico de un armonioso monólogo ideológico disfrazado de diálogo. El producto de una negociación entre una dictadura socialista; una oposición socialista y en el mejor de los casos socialdemócrata; y con la intermediación de un fracasado expresidente socialista sin empleo desde que arruinó a España y del Vaticano con un Papa filocomunista a la cabeza. Mucho antes de que el líder espiritual de los católicos pronunciase esa infame frase hace unos días de: “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”, debió haber sido descartado inmediatamente como un intermediador válido en el conflicto venezolano. Pero claro, para poder desautorizar al árbitro habría primero que disentir esencialmente de él. Y además estar en desacuerdo en ese mismo punto con la contraparte del conflicto.

La MUD, justo en el momento más oscuro y miserable de la historia venezolana moderna, se adhiere plenamente al discurso y a las políticas económico-sociales de la dictadura. Abraza la fábula socialista de que la gente se está muriendo por falta de alimentos o medicinas, por culpa de una ficticia conspiración económica a gran escala y de carácter contrarrevolucionario. Echamos en falta lo que pudo haber sido el discurso de una verdadera oposición, de una alternativa real al socialismo. Que identificara con claridad las razones del desastre y exigiese un radical cambio de políticas tendientes a rescatar el estado de derecho; a eliminar los controles cambiarios y de precios; a detener la impresión sin límite de billetes; y a parar y revertir las expropiaciones a la propiedad privada. Cosas todos estas que efectivamente han destruido a la economía venezolana. Sin embargo, por desgracia para todos, en el diálogo la MUD decidió no discutir el referendo revocatorio, sino que más bien consideró oportuno manifestar que, al igual que sostiene el gobierno, no identifica a las políticas socialistas como las causas del drama humanitario que se cierne sobre Venezuela. Ni mucho menos propone mover un dedo para paliar sus verdaderas causas. Por el contrario, gobierno y MUD declaran una alianza para profundizar las mismas medidas que nos llevaron a todo esto. Para ambos, simplemente hay una guerra económica. Un “sabotaje”, “boicot” y “agresión” a la economía nacional y la solución serían todavía más controles de los que ya lograron por fin asfixiar a la economía venezolana.


Así, no sólo coinciden MUD y gobierno en el diagnóstico de una deliberada guerra económica como la causa de los males, sino también en las políticas para enfrentar la crisis. Como si la actual situación económica tuviese una explicación distinta a los absolutos y paralizantes mecanismos de “monitoreo”, “fiscalización” y “control” de las mercancías en Venezuela, que desde hace casi 20 años ha intensificado el chavismo. La MUD nos dice hoy que el gobierno no estaba por mal camino en sus políticas económicas y que si la economía no funciona como ellos sueñan, entonces sería por falta de más controles. Seguramente creerán a pie juntillas esa gran falacia omnipresente en la élite política venezolana, desde los más viejos hasta los más jóvenes que estrenan ahora curules y alcaldías. Eso de que si el socialismo no funciona debe ser porque no soy yo el socialista al mando. Una gran ilusión en la que hoy todavía caen muchos incautos ciudadanos: que el gran problema en Venezuela no son las malas políticas de izquierda, sino los malos políticos. Un mensaje promovido desde las élites políticas, que insisten en que no sería un tema de filosofías, sino de fallos en la ejecución, productos de una mala gerencia técnica encargada de poner en marcha un dogma único, sagrado e indiscutible. Así dan continuidad al mismo cuento de siempre, a la eterna excusa a posteriori de todo socialismo en la práctica desde la revolución rusa. A aquella inacabable falacia circular de que esto no sería el verdadero socialismo. Y a su corolario implícito: el verdadero socialismo es el que te propongo yo, si me das tu voto.

Gracias al diálogo, como si las actuaciones previas de la MUD no lo sugirieran ya desde hace un buen rato, tenemos hoy una incontestable confesión de puño y letra: en lo esencial, la MUD y el chavismo ven al mundo de la misma forma. Nos queda hoy más claro que nunca que cuando nos vienen con ese rayado mantra de que aquello de las ideologías es una cosa obsoleta, lo que más bien nos quieren decir es que en Venezuela todos son progresistas, gente de izquierdas y que eso no se discute. No hay más ideología que la ideología de todos. Todos son socialistas, progresistas o izquierdistas y en eso no hay desacuerdo alguno. La clase política venezolana es de izquierdas, siempre lo ha sido y lo sigue siendo. Lo fueron los puntofijistas, lo es el chavismo y lo es también la MUD. Y de dejarnos eso muy en claro se ha encargado el Secretario General de la MUD –el eminente pobretólogo Jesús “Chúo” Torrealba, exmiembro del PCV (Partido Comunista de Venezuela), al que entró con la tierna edad de 13 añitos- y su equipo negociador, al aclararnos con este vergonzoso acuerdo, que le dan un espaldarazo a las políticas generadoras de pobreza a nombre de los pobres, que pone en marcha la dictadura.

Ante esta confesa comunión ideológica, se entiende el porqué de la sospechosa “paciencia” y últimos “desaciertos” de la MUD. El conflicto entre estos actores no se debe a un radical choque de visiones del mundo, de objetivos, estrategias o políticas fundamentalmente distintas. En lo esencial todo estaría bien, todo sería perfectamente tolerable, especialmente si tengo carro con chofer y escoltas y estoy “conservando algún espacio”. Vale, sí, por supuesto el chavismo es la versión más salvaje y violenta de la izquierda, pero su visión de Venezuela y la estrategia para llegar a ella, en lo esencial, no se diferencia mucho de la del cogollo de la MUD. Para ambos actores el Estado debe ser gigantesco, poderoso y ubicuo. Debe ser el padre de los venezolanos, el gran protagonista social, la fuente de toda sabiduría, virtud y de los grandes planes de desarrollo nacional. El petróleo debe seguir en manos de los políticos y la sociedad debe limitarse a obedecer los lineamientos y a hacer sólo aquello que tenga expresamente permitido, siempre y cuando no contradiga alguno de los ambiciosos planes gubernamentales. No existe un choque irreconciliable de visiones entre la MUD y la dictadura socialista, el problema consiste en realidad en el reparto del poder: quién va a ser el gran beneficiado por estar en la cúspide; quién será la oposición oficial que compartirá con aquellos algo de poder; y por último, a quién le va a tocar ir preso. El conflicto entre la MUD de socialismo vegetariano y la dictadura socialista, es producto de la ruptura del pacto de caballeros con el que la izquierda de la cuarta república dominó y se repartió a Venezuela. El problema fue que el primo malandro de la socialdemocracia de adecos y copeyanos, como había salido mal parado en el puntofijismo, ahora se ha propuesto neciamente que le toca a él todo y que el resto de los políticos u obedece o va preso.

El bipartidismo socialdemócrata de la cuarta república, en el que se materializó la hegemonía ideológica de la izquierda, era presentable, decoroso y estable. Desde  la gran expropiación, nada más y nada menos, de todo el sector con mayor potencial de riqueza para la sociedad venezolana, el petróleo, no le hizo mucha falta seguir siendo tan agresivo. La todopoderosa casta política sólo tenía que dedicarse a repartir para mantener su privilegiada posición, hasta que no quedara más. Lo que fue la expropiación de prácticamente toda la riqueza del país para beneficio de la élite política de izquierda, se disfrazó de soberana gesta nacionalista como todos podemos recordar de nuestro adoctrinamiento en la escuela. Todos éramos ricos porque los políticos, en representación del pueblo, controlaban toda la riqueza y era su trabajo repartirla con justicia social. Si había pobres era porque algún rico se había quedado con un pedazo más grande. El pobre era pobre pero honrado, pero el rico en cambio era muy probablemente un ladrón. El grifo de petrodólares en manos exclusivamente de los políticos, era y es hoy todavía el sueño húmedo de todo político de izquierdas, de todo líder progresista, de todo soñador socialdemócrata. La aparente bonanza de la cuarta república –producto de exprimir la riqueza petrolera acumulada y de repartirla con políticas populistas y clientelares a los sectores populares (que votan) y a las élites pseudo-intelectuales, pseudo-empresariales y comunicacionales (que nos dicen por quién votar)- duró su buena cantidad de tiempo. Eventualmente, como a borracho que gana la lotería, la riqueza tenía que esfumarse. Pero las nocivas prácticas, las equivocadas filosofías y las falsas expectativas inculcadas a todos los venezolanos desde el poder, quedaron muy bien arraigadas y sobrevivieron a la entonces extinta riqueza. Sólo faltaba un buen bajón en los precios del petróleo para acabar con la fiesta. ¿A quién iba ahora el electorado venezolano, luego de acabarse la curda, a otorgar en bandeja de plata el poder sino a la versión más violenta y radical de las mismas malas ideas con las que se corrompió y malacostumbró al pueblo venezolano?
Así fue como la hegemonía de izquierdas de la socialdemocracia de la cuarta, fue la causante de que llegara al poder su primo malandro de la quinta república. El monolítico discurso progresista, sumado a la falta de riqueza ahora agotada, sólo podía dar paso al primo malandro, a la izquierda más radical. La izquierda vegetariana empobreció a largo plazo mientras mantenía la ficción de ayudar a los más necesitados, repartiendo migajas a cambio de futuro, a la vez que sembraba los antivalores que necesitaría su heredero radical para poder seducir a un electorado frustrado al no ver cumplida la promesa de la socialdemocracia. La fiesta socialdemócrata sólo se sostiene por poco tiempo, mientras el reparto se apoye en una riqueza previa o en la ilusión de las alzas en la cotización del petróleo. Porque ya no se genera nueva riqueza, riqueza orgánica, en una sociedad en la que quien produce es un ladrón y donde es mucho más fácil encontrar una “ayudaíta” o un subsidio, que un empleo o un negocio productivo. A la izquierda carnívora le toca el turno entonces, cuando ya no queda mucho qué repartir a menos que sea desmantelando el país de manera definitiva. Y llega justo cuando la sociedad ya está lo suficientemente corrompida con el discurso buenista y empapado del ideal de la justicia social, de los antivalores de la envidia, del vicio de asumir que alguien más debe encargarse de mi suerte, de la riqueza sin trabajo, del culto a la pobreza y de la criminal relativización de los derechos individuales fundamentales a cambio de unos inventados pseudo-derechos llamados sociales. Una cultura que tanto se empeñó en inculcar la socialdemocracia con petrodólares y buenas intenciones y que le aseguraban la dominación política mientras durase. El adoctrinamiento socialista había empezado hace décadas en Venezuela y no nos habíamos querido dar cuenta. El paso de la cuarta a la quinta fue sólo el comienzo del agotamiento del modelo. El paso de la quinta a la sexta no se quiere terminar de dar porque la MUD no tiene un modelo distinto de país, porque representan poco más, y lo saben, que la versión moderada del socialismo del siglo XXI. El paso de la quinta república a la sexta, sólo podrá darse cuando estemos dispuestos a abandonar las equivocadas preconcepciones y a trascender el agotado modelo, el fraudulento socialismo y en definitiva a la seductora trampa de la izquierda, la centro izquierda, la socialdemocracia y el progresismo.

Pero por desgracia hoy, al igual que entonces, todos son de izquierda. Todos siguen celebrando el fin de las ideologías porque hay una sola en dos cómodas versiones: izquierda vegetariana e izquierda carnívora, según lo frustrado, civilizado o adoctrinado que esté usted. Por eso es que no hay prisas. Gobierno y MUD entienden a Venezuela de la misma manera, plantean las mismas políticas y quieren llegar al mismo sitio. Las diferencias no son fundamentales sino matices menores, son cuestiones meramente de forma y no de fondo. El conflicto real entre las dos versiones de socialismo trata acerca de cuántos “espacios” le toca conservar a los políticos de “oposición” y si estos espacios serán en las instituciones compartiendo algo de poder, o en la cárcel. Además, algo que de seguro se planteará con toda razón la izquierda vegetariana de la MUD ¿Para qué quiero yo a un país destruido? ¿Qué coño vamos a repartir? ¿Qué vamos a crujir a impuestos sino queda nada en pie? Si sólo saben de repartir riquezas y no de generarla ¿Por qué querrían asumir la responsabilidad de, ahora sí, reconstruir a Venezuela desde las cenizas? Eso del socialismo democrático queda muy bien en Suecia, donde luego de un siglo de creación de riqueza por políticas liberales, hay bastante para esquilmar. Y que cuando ven que su modelo va haciendo aguas, tienen además una alternativa política liberal dispuesta a hacer reformas sensatas para volver a producir riqueza. ¿Qué carajo va a estar despilfarrando un borracho que no ha ganado la lotería?

Si no le sorprende, estimado lector, que aún hoy existan chavistas en la más genuina miseria vociferando su lealtad a Maduro, extrapole la fuerza de ese poderoso convencimiento  ideológico, para que le ayude a comprender cómo es que el socialismo vegetariano de la MUD podría perfectamente proponerse convivir con la dictadura socialista. En especial ante el difícil reto de derrocarla y el (para ellos) imposible desafío de reconstruir a Venezuela con políticas de reparto social cuando ya no queda nada por repartir pero sí todo por crear. Sume usted que además se les respete el título de oposición oficial y se les permita acceder a “espacios” con algo de poder. Así sea simbólico y con algo de presupuesto, que alcance al menos para mantener al séquito más inmediato. El liderazgo de la MUD debe estar muy consciente de que, con un país arruinado, lo único que puede repartir la izquierda es plomo parejo. Y ellos serían demasiado civilizados para eso, prefiriendo en cambio dejarle esa fea tarea al primo malandro. A la espera de que algún día puedan retomar su civilizada y moderna expoliación con rostro humano. El robo progresivo, lento, elegante, acompañado de bienintencionados programas clientelares y medianamente consensuado, gracias a la hegemonía ideológica de izquierdas que permea y adormece a toda la sociedad, tanto en sus valores como en sus ganas de echar pa’lante tomando la responsabilidad de su propio destino.

La MUD no está apurada porque su visión no difiere en lo esencial a la chavista. Que el socialismo chavista expropie con rifles y en cadena nacional, mientras el socialismo civilizado se proponga empobrecer a largo plazo con tal de utilizar a los pobres, expropiando con impuestos progresivos y regulaciones, son cuestiones meramente de forma. Que antes se llamaba RECADI y ahora se llama CENCOEX, o que antes eran los amigos de adecos y copeyanos y ahora son los boliburgueses,  o que el subsidio y la prohibición de importaciones para que no compitan conmigo antes me lo daba un ministerio y ahora un ministerio del poder popular o una comuna, da exactamente lo mismo. No se equivoque usted, estimado lector, las libertades que la MUD defiende son, en primer lugar, la libertad de los suyos para acceder a los dichosos “espacios” de poder (ahí es cuando se acuerdan de nosotros y de nuestros votos); y, en segundo lugar, la libertad de los suyos para que no terminen en la cárcel. Los políticos de la MUD pueden aguantar y tolerar mucho más y mejor que usted a la dictadura socialista, al final, todo queda en familia.

Mientras no surja en Venezuela una alternativa liberal que tenga una opción real de poder, no habrá una oposición efectiva a la dictadura socialista, ni transición, ni mucho menos la reconstrucción de Venezuela. Mientras no existan políticos con una mentalidad distinta a la que por 40 años sembró las condiciones para el surgimiento de la revolución bolivariana, y a la versión concentrada de estos últimos que terminó de dar el tiro de gracia a Venezuela, no habrá esperanza de un cambio real. Mientras la ciudadanía no demande políticos con una ideología distinta a los que hoy no tienen mucha prisa por salir de esto, que podrían convivir aunque incómodos con la dictadura socialista y que no tendrían la menor idea de qué hacer con un país empobrecido sin nada que repartir, no habrá esperanza de un cambio real. La batalla que se le tiene que dar al socialismo, simplemente no la puede dar otro socialista. Ahora más que nunca, para la transición y la reconstrucción de Venezuela, es necesario un liderazgo político inspirado en las ideas del liberalismo clásico. Que ofrezca un gobierno mínimo pero eficiente, que esté solamente donde debe estar y no donde le estorba a la emprendedora sociedad. Que sólo se concentre en garantizar las libertades individuales de los venezolanos, su propiedad y su vida y que los deje prosperar y desplegar su tremendo potencial. Un nuevo liderazgo que permita desmantelar los antivalores y los grilletes mentales, con los que la hegemonía de izquierdas corrompió y mantuvo pobre al pueblo venezolano, a la vez que muy rico al gobierno, a sus gestores y a sus amigos. Ni una oposición real a la dictadura socialista, ni la transición que reclama agonizante Venezuela, ni mucho menos la reconstrucción desde cero que necesita nuestro país, podrá llegar desde una nueva izquierda vegetariana ansiosa por echar mano a los petrodólares, para jugar ahora a ser ellos los grandes benefactores, los sabios ingenieros sociales. Por el simple hecho de que sólo se puede oponer a una mala idea la idea correcta, no la versión tímida y moderada de la primera.

Luis Luque

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